El primer relato en el que apareció una vampira fue ‘No despertar a los muertos’, publicado en 1823 y atribuido a J. L. Tieck. Sin embargo, la creencia en estos personajes es mucho más antigua, como se ha podido comprobar tras el hallazgo en Venecia del esqueleto de una mujer que vivió en el siglo XVI y cuyo cadáver fue objeto de un ritual para impedir su transformación completa en una ‘no muerta’. En ‘Por qué hay tantas damas de la noche’, introducción a la excelente antología ‘Vampiras’, Charles G. Waugh cita un artículo de Bruce Wallace publicado en ‘Omni’ en el que se sugiere que la creencia en estos seres podría remontarse a la prehistoria, una pirueta cronológica un tanto cansina y sin fundamento.
Tal y como recogen las noticias sobre el hallazgo veneciano, el antropólogo Mateo Borrini sitúa en la Edad Media la aparición constatable de creencias y costumbres relacionadas con los vampiros. El caso del esqueleto de Lazaretto Nuovo parece reproducir un ritual bastante común en Europa por lo menos desde el siglo XIV. Se trataba de impedir que el difunto redivivo se alimentara por el sencillo, nada mágico y definitivo método de introducirle un ladrillo o una piedra en la boca. Según ‘New Scientist’, un profesor estadounidense ha excavado varias tumbas medievales en Polonia con esqueletos ‘enladrillados’, similares al de la mujer veneciana. Al parecer, la creencia en los vampiros estaba ligada a las supersticiones relacionadas con la peste. Se temía la presencia de una clase de vampiro que no parece haber tenido mucho éxito literario: los devoradores de sudarios. Estos seres se reanimaban en sus tumbas y comenzaban por alimentarse de sus propias mortajas. Después, seguían con la sangre de los difuntos enterrados a su alrededor hasta recuperar las fuerzas suficientes como para abandonar sus tumbas y atacar a los vivos, propagando así la epidemia. Esta creencia popular llegó a tener su expresión académica gracias al teólogo protestante Philippus Rohr, que publicó en 1679 en Leipzig un mamotreto titulado ‘Dissertatio Historico-philosophica De Masticatione mortuorum’.
La imagen de un cadáver que se dedica a deglutir otros muertos no es nada romántica, pero la tentación es demasiado fuerte y algunas informaciones sobre la desdichada ‘vampira’ de Venecia no han podido evitar referirse a ella como ‘bloofer lady’, término utilizado por Bram Stoker en ‘Drácula’. En la novela, Lucy, la hermosa víctima del conde transformada en vampira, se dedica a abandonar su sepulcro por las noches para alimentarse de niños. Los pequeños supervivientes, interrogados por Van Helsing, describen a su visitante de dormitorio como ‘bloofer lady’, palabras de ’baby talk’ que podrían traducirse como la ‘señora guapa’. No hay una imagen más alejada de la evanescente Lucy de Stoker que la de la devoradora de difuntos que los enterradores de Lazzaretto Nuovo creyeron encontrar en una fosa común de apestados. Pero en el fondo a todos nos gustaría escribir la noticia de que un arqueólogo ha encontrado la tumba de Carmilla.