Veo en una librería de Bilbao una mesa de novedades con un cartel que dice -algo así como- “compre ese libro del que tanto oye hablar pero que todavía ni ha abierto”. Casi todas las obras a la venta son un espanto, engendros sobre códigos perdidos, manuscritos escamoteados, claves indescifrables, confidencias catedralicias, templarios ocultos, druidas heroicos, vengadores de Jacques de Molay, clubes conspiradores, sociedades iniciáticas y toda la galería de horrores que produce la inexplicable ‘danbrownitis’ que todavía nos afecta. En un artículo que no logro localizar, Javier Marías apuntaba que esta proliferación de engendros se debe en buena parte a la popularización de eso que en ‘Mondo Brutto’ llaman ‘poderosas herramientas de Internet’, aunque a veces parece que sus autores se han limitado a inspirarse en el célebre generador aleatorio de obras de Dan Brown. No hagan caso, no lean esas cosas. Es más, denle la vuelta al reclamo y a la hora de comprar una novela, eviten los títulos que incluyan palabras clave como ‘templario’, ‘código’, ‘secreto’ o ‘manuscrito’ y escojan entre las obras que superen el filtro. Que, si se descuidan, no serán más de cuatro.