Los musicales no me despiertan mucha simpatía, pero tampoco les voy a ocultar que jamás he visto uno en directo: sé que hay por ahí conversos, gente que odiaba el género y se ha dejado cautivar por la… hummm… magia del teatro musical, así que algo tendrá eso de ver a los actores intercalando canciones y bailes en un argumento, pero yo sigo firme en mi propósito de no sentarme en la butaca para ver un espectáculo de este tipo. Llámenme cerril. Eh, cuidado: he dicho cerril.
La cuestión es que, cargado con todos mis prejuicios sobre este asunto, veo con cierta estupefacción que está triunfando en Londres el musical Fela!, un montaje que ya antes funcionó muy bien en Nueva York y que, como su título indica, se basa en la vida y obra del supermúsico africano Fela Kuti, el creador del afrobeat. No habría apostado yo por Fela como tema probable para un musical: aparte del hecho de que sus canciones tendían a extenderse más allá de los diez, los veinte o los treinta minutos, se trataba de un tipo con rasgos vitales peculiares, entre los que suele destacarse su boda con 27 mujeres. Fela era un notable consumidor de marihuana y sabía como mostrarse intratable: el Telegraph recuerda en un artículo muy entretenido que, cuando Paul McCartney lo invitó a Band On The Run, él se negó con el argumento de que «el hombre blanco ha venido a robar nuestra música». Y todo eso está muy bien, pero no parece dibujar el perfil más indicado para un musical de éxito. ¿Iré a verlo, si tengo ocasión? Pues… ejem, si lo de odiar los musicales me ha enemistado con muchos de ustedes, diré algo que en determinados círculos es mucho peor: a este hombre blanco nunca le ha acabado de gustar Fela Kuti, y eso que con él sí que lo he intentado. Voy a darle otro tiento con su clásico Zombie.