Vamos a empezar por el nombre del grupo: Prolapse significa prolapso, que según el diccionario de la RAE designa la «caída o descenso de una víscera, o del todo o parte de un órgano». Un ejemplo típico es, con perdón, el prolapso rectal. Con tal bautismo, está claro que estos chicos de Leicester no aspiraban al triunfo masivo cuando empezaron a mitad de los 90, pero lo malo es que ni siquiera consiguieron el puesto que merecían dentro del underground: cuando ya ha pasado una década de su último álbum, no tengo muy claro que los recuerde mucha gente y, lo que me preocupa aún más, yo ni siquiera sabía de su existencia hasta que el siempre revelador blog Young Moss Tongue ha ido recuperando sus discos. No sé por qué esta triste oscuridad: Prolapse nacieron con la intención de ser «la banda más deprimente de la historia», pero, tras unos inicios más marcados por el siniestrismo ochentero, alumbraron piezas tan contagiosas y atractivas como este TCR, de su segundo álbum. Claro que a lo mejor mi tolerancia hacia esta manera monocorde de cantar se debe a haber oído demasiado a The Fall.

Aprovechando que la Wikipedia cuenta qué ha sido de la vida de algunos de ellos, acabaremos con un qué fue de, como en las pelis: el cantante es ahora arqueólogo en Noruega, la cantante escribe en un periódico de Leicester, el guitarrista enseña en una escuela de arte y el batería toca en MJ Hibbett & The Validators.