Hace mucho que no hablamos por aquí de televisión, pero el estreno de Mujeres ricas en La Sexta me dejó ayer tan impresionado que tengo que mencionarlo. ¿Lo vieron? ¿Las vieron? Por si acaso no estuvieron entre esos dos millones de personas que nos quedamos con la boca abierta ante el televisor, les resumo: se trata de cinco mujeres adineradas, muy adineradas, que se dejan filmar en su vida cotidiana. ¿Hitos? Buffff, hubo tantos… Un ejemplo tonto: una de ellas estaba encaprichada con comprarse un cuadro de Joan Miró sin renunciar a un abrigo de visón muy bueno que le habían traído de no sé dónde, por mucho que el sufrido esposo, presunta fuente de tanta abundancia, le decía que atravesamos malos tiempos y que le preocupaban los puestos de trabajo en su empresa. Qué bobada, ¿verdad? Y luego, están los hijos de alguna de las señoras: la prole del futbolista argentino Caniglia, en concreto, parece muy prometedora, con esa muchacha que se describe como «guapa y simpática» y cuyo plan exclusivo para una jornada era hacerse las uñas. La única que me pareció presentable, un poco friki pero digna, fue Olivia Valère, propietaria de una mítica discoteca marbellí: por lo menos, curra de alguna manera, y además se dirige al servicio con simpatía y naturalidad, la muy revolucionaria.
El contenido del programa es tan alucinante que ni siquiera aviva el odio social: sinceramente, para ser así, me quedo con mi vida.