Aunque ya habíamos hablado de él cuando los Sex Pistols lo llamaron «mancha de orina», uno nunca ha tenido muy claro qué es eso del Rock And Roll Hall Of Fame, ese restringido club donde de vez en cuando admiten a grupos y artistas veteranos o simplemente antediluvianos. De hecho, acabo de enterarme gracias a la Wikipedia de que ese ente misterioso tiene una forma física, la de un museo situado en Cleveland, Ohio, donde se exponen cositas de los caballeros del rock en cuestión. En fin, el caso es que esta semana se celebró la ceremonia de admisión, o introducción, o como se llame, de ABBA, Genesis, Jimmy Cliff, los Hollies y los que más nos interesan por aquí, los Stooges, y la colisión de Iggy Pop con tanta pompa y tanto ceremonial resultó, cuando menos, curiosa.
Lo tienen en este vídeo que les enlazo porque no dejan insertarlo: los Stooges tocando I Wanna Be Your Dog en el Waldorf-Astoria de Nueva York ante un montón de… mmmm… gente con corbata y así. Según su estado de ánimo, pueden interpretar lo que ven como una muestra de que la industria es capaz de fagocitarlo todo o como una muestra de que hay cosas que la industria nunca podrá digerir. La estampa de Iggy, con el torso desnudo, dando voces entre las mesas del banquete -y entre tipos y tipas que le contemplan con una sonrisita condescendiente- es incongruente y tiene algo que incomoda. Después, como si fuese uno de sus conciertos de verdad, invita al público a invadir el escenario con estas palabras amables, propias del gran diplomático que siempre ha sido: «¡Demostradme que no sois demasiado ricos para ser guays!».