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Anvil y la suerte

Spinal Tap, la banda de mentira que hacía canciones de verdad, ha vuelto a los estudios de grabación para registrar su primer material nuevo en 20 años. Ya saben –y, si lo han olvidado o son demasiado jóvenes para saberlo, se lo cuento– que Spinal Tap nacieron como personaje central de la comedia This Is Spinal Tap y, por lo tanto, como dice Allmusic, son un grupo “totalmente ficticio”. Pero algo falla en esta descripción cuando ese grupo totalmente ficticio es capaz de reunirse décadas después, tocar en directo y producir nuevo material. Digamos, más bien, que se trata de un grupo real con una biografía ficticia… vamos, como casi todos pero un poquito más.

La película musical imprescindible de este año, según anuncian quienes la han visto, va a ser un documental que guarda sorprendentes paralelismos con This Is Spinal Tap pero que muestra la verdad misma, el miserable y patético día a día de muchos grupos de rock. Me refiero a Anvil! The Story Of Anvil (abajo tienen el tráiler inglés), que acompaña al grupo canadiense Anvil (es decir, Yunque) en una desventurada gira europea. La gracia de la historia es que Anvil pudieron ser grandes, muy grandes: a principios de los 80 llegaron hasta la antesala del triunfo y tocaron ante auténticas multitudes junto a colegas como Bon Jovi o Whitesnake, pero la suerte que sonrió a los otros se dedicó a mostrarles un culo muy feo. Estrellas como Metallica o Slayer reconocen su influencia y, de hecho, figuras como Lars Ulrich, Slash o Lemmy aparecen en el documental rindiéndoles tributo, pero Anvil trabajan en curros normales y conviven, un poco desconcertados, con su mala fortuna. Lo alucinante –a la vez cómico y conmovedor, una dualidad que es la clave de la película– es que, pese a todos los reveses de su carrera, continúan intentándolo: Steve Lips Kudlow y Robb Reiner, líderes del grupo, hicieron en su juventud el pacto de seguir rockeando juntos toda la vida, y ahí siguen, tocando en infectos antros de lugares remotos, peleándose por editar un nuevo álbum en estos tiempos de vacas flacas, soñando con ese éxito que una vez rozaron con las melenas…

En cierto modo, el documental supone su primer golpe de suerte. El director, Sacha Gervasi, era en 1982 un adolescente londinense que descubrió a Anvil en la revista Sounds, fue a verles en el Marquee, les visitó en los camerinos, les enseñó la ciudad y acabó acompañándoles como pipa en su gira canadiense. Después, sus caminos se separaron, y a Gervasi sí le fue bien: escribió en el New York Times y el Observer, hizo guiones para gente como Spielberg, superó una sobredosis, tuvo una hija con la spice girl Geri Haliwell… y, finalmente, decidió buscar a sus viejos compinches Anvil a través de Internet. “Era como si no hubiese pasado el tiempo, me sentí como si tuviese otra vez 15 años. Era como volver a la infancia y encontrarte con que todo es igual. Lo más importante era que ellos no habían cambiado. Y lo significativo para mí no era que no se hubiesen rendido, sino su completa falta de amargura”, explica en este alucinante reportaje de Classic Rock, escrito por el mismo periodista que firmó hace 27 años aquel tema de portada de la revista Sounds. Al plumilla en cuestión, por cierto, también le invitaron a participar en el documental, pero surgió un problema inesperado: se había olvidado por completo de Anvil.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


febrero 2009
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