Hay bandas con un rasgo tan destacado que, de alguna manera, siempre se acaba hablando de lo mismo y se descuida prestar atención a otras virtudes. En el caso de Chulería, Joder!, ese detalle sobresaliente e insoslayable es, claro, su vocalista, Iratxe, un indómito animal de directo que hechiza al público a base de energía y descaro: yo recuerdo perfectamente lo que me impactó la primera vez que la vi, al frente de su anterior grupo, Desorden, provocando una y otra vez a ese público tan mayor con el que se suelen enfrentar a menudo. Al presentar al guitarrista, nacido en el año 2000, no se privó de aportar a los espectadores el detalle desasosegante: «¡Podría ser vuestro hijo!». En su perfil de Instagram se describe, en euskera, así: «No quiero ser simpática, no quiero quedar bien, no quiero vivir cómodamente». Y veo que estoy incurriendo justo en el pecado que comentaba al principio, porque ese magnetismo de la cantante distrae a veces de que Chulería, Joder! facturan canciones magníficas, clásicos pegadizos e inmediatos de punk rock (o de rock punk, porque creo que muchas veces se sitúan al otro lado de esa frontera invisible y seguramente innecesaria) que pueden presumir de melodias resplandecientes tanto con ruido como sin él.
También es verdad que el cuarteto de la margen izquierda, que encadena concierto tras concierto, no se ha apresurado mucho en brindar una versión grabada de sus canciones. Pero, por fin, estrenamos enero con La urbe, un álbum (son solo siete canciones en veintiún minutos, vale, pero es un álbum) que es una fiesta de riffs y, cómo no, de chulería, sin un solo momento de desperdicio. Repartido entre el euskera y el castellano con resultados igualmente satisfactorios, me parece una manera brillante de empezar el año: el único problema ha sido elegir, porque se trata de uno de esos discos en los que cualquier corte valdría como muestra, pero al final me he quedado con Tus amigos, al que muchos acabaremos llamando En una noche insustancial. Chulería, joder…