Con la edad, uno afronta las fiestas con cierta planificación, porque la experiencia enseña que improvisar suele conducir a excesos poco recomendables a estas alturas de la vida. De manera que, a falta de un día para el chupinazo, ya he cerrado la lista de los conciertos a los que tengo intención de acudir. Aparte de bajar al rock local siempre que la jornada laboral me lo permita –es decir, sólo en mis días de libranza–, mi programa musical de Aste Nagusia se reduce a tres grupos.
El sábado iré a ver a The Teenagers. No soy fan, ni siquiera he escuchado entero su álbum, pero las tres o cuatro canciones que tengo en rotación desde hace meses me animan a emprender la larga expedición hasta Botica Vieja. En particular, Homecoming, un tema suavecito en lo musical y bastante bruto en lo lírico que narra la relación entre un inglés y una yanqui desde los dispares puntos de vista de ambos. Con perdón por las explicit lyrics, éste es el recuento de los hechos que hace el tipo en la primera estrofa: “La semana pasada volé a San Diego para ver a mi tía. El primer día conocí a su hijastra. Es animadora, es virgen y está muy bronceada. Cuando salió de su enorme coche, sólo pude darme cuenta de que era más que follable. Creo que volvía del partido o algo así, porque todavía llevaba esos tontos pompones. El segundo día me la tiré y fue salvaje”. Y el estribillo se lo dejo en inglés para que los motores de búsqueda me traigan al blog pervertidos de todas las naciones: “I fucked my American cunt”, dice él. “I love my English romance”, cuenta ella. Les enlazo el vídeo, que por alguna razón hoy los youtubes no se dejan insertar.
El lunes, no me quiero perder por nada del mundo a los Cynics en el Kafe Antzokia. Mi relación con el rock garajero ha ido cambiando con los años: cuando unos compañeros de la Universidad, los hermanos Cruz, me grabaron una casete de los Cynics, su música me interesó bastante poco porque estaba mucho más metido en el pop británico: ya saben, una cosa de más sensibilidad y sofisticación. Pero de un tiempo a esta parte escucho bastante garaje, desde grupos light como las francesas Plastiscines –tengo pendiente escribir sobre ellas algún día, por cierto– hasta engendros más cavernícolas como los Hexxers. Y, sin duda, los Cynics son mis favoritos del género, porque los Cruz sabían un montón de esto. Ahí va Baby What’s Wrong…
Y el jueves viene mi gente de Logroño y tenemos previsto acercarnos a Abandoibarra, donde tocan Siniestro Total. Como tantos de ustedes, yo crecí con los primeros Siniestro Total, me distancié de ellos a raíz de la marcha de Miguel Costas –aquella voz y aquella presencia, macarras y guasonas, de sus grandes clásicos chocarreros– y asistí con tristeza a la posterior metamorfosis tradicionalista. Pero, aun así, un concierto de Siniestro Total siempre merecerá la pena, y más en las fiestas, que son su entorno natural. ¡A menear el bullarengue!