Internet nos ha cambiado la vida a todos en alguna medida, pero a los periodistas nos la ha revolucionado. Muchas veces, nuestro trabajo consiste fundamentalmente en escribir como si supiéramos sobre algo de lo que ignoramos casi todo, todo o aún más. Antaño, hace una década, el jefe le encargaba a uno cascarse una pieza sobre algún tema peregrino de gran interés general y nulo interés particular (yo qué sé, el sellado de pozos sépticos en el Gran Bilbao) y uno tenía que empezar a hacer llamadas kamikazes a seres misteriosos, voces en posesión de saberes arcanos que servían de orientación en un mar de desconocimiento. Ahora, en cambio, uno tira de Google y ya puede disertar como un experto, a menos que el que está delante sea un experto de verdad. En la información cultural y la crítica, el asunto ya es brutal. Sin entrar en lo ilegal, inmoral o feo –plagios de medios extranjeros, ideas saqueadas a blogs, citas de erudito sacadas de un buscador–, Internet es una joya para contextualizar y resolver en un momento cuestiones que antaño –sí, hace una década– habrían llevado semanas.
Y ahora es cuando descubren que les he soltado este rollo simplemente porque quiero ponerles dos vídeos guays. Es que ayer estuve contextualizando un par de cosas y, a la vez que pensaba en cómo simplifica el trabajo Internet, me acordé de ustedes. Quería averiguar hasta qué punto es verdad eso que dicen de que Coldplay han plagiado a la bella corsa Alizée, una comprobación que antes habría requerido poseer los dos discos y ahora se resuelve con un simple clic. Y, a la vez que desechaba las acusaciones como ganas de buscarle tres pies a Chris Martin, me di cuenta de que no había colgado jamás por aquí uno de los vídeos más nocivos para el heterosexual virtuoso. Hela.
Mi otra pesquisa tuvo que ver con la aparición de la cantante Feist en Barrio Sésamo, un paso casi inevitable cuando uno de tus éxitos se titula 1, 2, 3, 4, como si el letrista fuese el Conde Draco. Quería saber qué otros artistas habían visto realizado su sueño infantil de actuar con las marionetas –¿cómo habría podido investigarlo en la era preinternética?– y me topé con esta maravilla: R.E.M. cantando junto a los Muppets su exitazo Furry Happy Monsters, vamos, Felices monstruos peludos. Seguro que muchos de ustedes conocen de sobra este vídeo, pero yo no lo había visto nunca: después de lo que les he contado en el primer párrafo, no vamos a hacernos los listos.