El otro día bajé al Antzoki a ver a Carolina Durante y me sentí un poco extraño rodeado de tanta juventud. Me he acostumbrado a ese rollo crepuscular que tienen tantos conciertos de rock, con un público que ya casi es más abuelo que padre, y me chocó aquel entorno casi adolescente, tan vitalista y tan entregado. Podríamos decir que me resultó raro que un grupo que me gusta tanto gustase tanto también a personas con treinta años menos: ya sé que por qué no, que la música no lleva incorporados filtros de edad, pero he perdido la sana costumbre de la comunión intergeneracional. Ya sé también que los propios miembros del grupo son igualmente jóvenes, pero, por poner un ejemplo, el otro día en La Nube estuvimos viendo a los estupendos Uni Boys unos cuantos señores mayores, con un desfase entre artistas y público que acababa dando la impresión de que estaban actuando para sus tíos.
¿Y qué tiene que ver esto con nuestra canción de la semana? Nada, más allá de que también siento esa misma punzada de extrañeza cuando escucho a un grupo muy joven dedicado a estilos ligados a un momento específico y más bien lejano de la historia (qué caramba, el power pop de los Uni Boys sería otro buen ejemplo de eso). El cuarteto valenciano Santa Companha, que de ellos se trata, se consagra a una música oscura que unas veces tira hacia arriba y otras tira hacia abajo: quiero decir con esto que oscilan entre la elevación etérea y el buceo en el pozo de la obsesión, entre la contemplación extática y el abandono desesperado. Ellos llaman a lo suyo «dream post punk», pero los vejetes de por aquí solíamos decirle afterpunk. Han debutado con Lance de honor, un EP publicado en dos partes en el que destaca de manera inevitable la canción que lo abre, este Portal inquietante y a la vez tan pegadizo como para que mis hijas vayan cantando el estribillo por la casa, con el mismo entusiasmo que si fuesen jóvenes en un concierto: «Soy espuma que asciende». Se abre el portal…