Mi desinterés por los coches es casi infinito. No he usado mi carné de conducir en diecisiete años y mi capacidad para distinguir un modelo de otro se quedó estancada en la época del Renault 8, el Simca 1.000 y el Seat 133, es decir, una generación después del troncomóvil. Y, por culpa de esa insensibilidad mía hacia las sutilezas del motor, los anuncios de automóviles tienen en mí un efecto paradójico: difícilmente me pasarán inadvertidos, porque al fin y al cabo suelen ser las piezas de publicidad más cuidadas, repetidas y, con bastante frecuencia, vanguardistas de la televisión, pero jamás guardo el mínimo recuerdo del coche concreto que pretenden vender. Con una sola excepción: sé que hay una orquesta que toca instrumentos fabricados con componentes del Ford Focus, aunque eso no me faculta para reconocer un Ford Focus cuando lo veo por la calle.
En fin, yo era de los escépticos que no se creían mucho el anuncio. Sospechaba que, tras esos aparatosos artefactos de desguace, se ocultaban instrumentos auténticos. Pero parece que la cosa va en serio, aunque sus responsables admiten que buena parte de los intérpretes utiliza híbridos que contienen piezas de instrumentos reales, algo que quedaba claro de entrada en el caso de las cuerdas. El Daily Telegraph hablaba ayer con Bill Milbrodt, el tipo extravagante de New Jersey al que los publicistas encargaron convertir un automóvil en una orquesta. Al parecer, su nombre era lo primero que salía en Google al buscar “piezas de coche+música”, porque en 1994 decidió aprovechar su vetusto Honda como materia prima para fabricar instrumentos y fundar el Car Music Project: “Siempre he sentido inclinación hacia la vanguardia: John Cage, Frank Zappa, gente que cambió el lenguaje de la música. Tenía un coche que no podía vender, así que pensé: ¿por qué no?”, relata, como si su ocurrencia tuviese un ápice de lógica. Ahora va a emprender una pequeña gira por el Reino Unido para demostrar que sus diseños son lo que realmente suena en el anuncio.
Claro que buena parte del impacto del spot se debe, simplemente, a la solemne melodía compuesta por el autor de bandas sonoras Craig Richey, sin importar si está tocada con violines o con embragófonos. La idea ha dado de sí para un nuevo anuncio, en el que la orquesta acompaña a la cantante Alesha Dixon, pero me quedo con el primero, el clásico, cuya versión extendida pueden ver abajo. Ah, Milbrodt confiesa que le resulta muy difícil encontrar los componentes metálicos que necesita en estos coches modernos, así que la música quizá hubiese sonado igual de bien o incluso mejor con piezas de un primitivo Simca 1.000.