Viendo los cinco álbumes de mi minilista de fin de año, podría parecer que mi único criterio para elegirlos ha sido la armonía cromática de las portadas, que quedan bien bonitas todas juntas. Pero no, qué va, prometo que la selección es fruto de un largo y estricto proceso de reflexión que ha tenido en cuenta decenas de variables, je, je… Por supuesto, ni una cosa ni la otra: habrá que decir lo de siempre, que estos cinco álbumes no son los mejores de nada (o sí, yo qué sé) pero son los que más me apetece destacar de la cosecha de 2021, un año tristísimo en el que mi universo musical (el de las salas pequeñas y las actuaciones de grupos ignotos frente a 40 o 50 personas) parecía haber desaparecido para siempre, a lo que se ha sumado que mis circunstancias familiares prácticamente me han impedido ir a conciertos cuando las cosas por fin han empezado a reactivarse. ¡Menos mal que nos quedaba la música grabada! La minilista de fin de año ha quedado curiosa y sanamente multinacional, con una canadiense, unos españoles (o catalanes, ustedes elijan), unos estadounidenses (los únicos que repiten de otros años), unas británicas y unos australianos. Vamos allá.
Myriam Gendron – Ma délire: Songs Of Love, Lost & Found
La cantautora canadiense Myriam Gendron debutó en 2014 con Not So Deep As A Well, un disco bellísimo y austerísimo en el que ponía música a poemas de Dorothy Parker y que no entró en mi listita de aquel año por la desventurada circunstancia de que no lo escuché hasta el año siguiente. Ha tardado lo suyo en darle continuación, pero este año ha lanzado por fin el sorprendente y ambicioso Ma délire, en el que repesca temas tradicionales de Quebec, Francia y Estados Unidos, les quita el polvo a las letras allí donde lo considera necesario y combina el resultado con unas cuantas composiciones propias, en un abrazo intemporal entre pasado, presente… y futuro, porque hay pasajes de melancolía cristalina que enlazan con su primer álbum, pero también colaboraciones aventuradas (la guitarra de Bill Nace en C’est dans les vieux pays me parece particularmente memorable) e injerencias de ruidos de fondo que dan al conjunto un tono de música suspendida en el tiempo.
Ca de Bestiar – Rituales del mañana
Me dejó con la boca abierta en la primera escucha, pero lo mejor es que sigue produciéndome la misma reacción ahora, cuando ya me lo debería saber de sobra. La segunda casete del dúo barcelonés (a mí no me miren, que yo ya no tengo ni pletina y lo descargué en digital de Bandcamp) es un artefacto explosivo de electrónica punk o de punk electrónico, con voz distorsionada y a menudo ininteligible, ecualización a su bola, agresividad generalizada y una vocación misantrópica muy apropiada para este año de hartazgo y altibajos emocionales. Es una música que te hipnotiza con sus bases repetitivas y después te da de cachetes a base de voces, guitarras, ruido y odio. Los tíos no solo bordan los temas propios (varios de ellos, por cierto, aparecían ya en su maqueta de 2018), sino que bordan sus versiones de los italianos CCCP, de Monaguillosh y del Only Human de Psychic TV, transformado en un rabioso Solo humanos que me encantaría escuchar alguna vez en un bar.
Low – HEY WHAT
Hablábamos en el parrafito de Myriam Gendron sobre la integración de los sonidos tradicionales y los tratamientos más o menos vanguardistas, y me temo que aquí tendremos que volver sobre eso (y, glups, en el siguiente también, a ver si va a haber aquí una línea temática). Lo de Low es una cosa de otro mundo: hay que ver qué camino han recorrido desde aquellos viejos tiempos del slowcore hasta esto que hacen ahora, que supongo que se podría seguir etiquetando con la misma palabreja antipática pero es una combinación sin precedentes de música de espíritu tradicional, armónico, a veces bucólico y en ocasiones casi hímnico, con unas sonoridades violentas, abruptas, desfiguradas, industriales, en las que el oyente ya no sabe si está escuchando una guitarra o alguna fuente electrónica de identidad indiscernible. En mi dieta sonora no faltan aberraciones de metal disonante y cosas así, pero, en cierto modo, ese contraste despiadado convierte HEY WHAT en uno de los discos más duros que he oído este año. Por cierto, Low ya estuvieron en una minilista de estas hace algunos añitos… ¡diablos, hace catorce ya!
Gazelle Twin & Nyx – Deep England
Gazelle Twin es el nombre artístico de Elizabeth Bernholz, una artista británica de música electrónica y pop de vanguardia que hace algunos años asumió la difícil tarea de reflexionar sobre la inglesidad en tiempos de Brexit: el resultado fue Pastoral, su álbum de 2018, una colección de composiciones inquietantes que enraizaban en el folclore, las tradiciones paganas y la música antigua. Aquel disco ha servido como materia prima para Deep England, un disco todavía más desasosegante en el que Gazelle Twin reconfigura varios de sus temas en compañía de Nyx, un coro femenino de «drone electrónico» que a menudo procesa las voces hasta volverlas irreconocibles. El repertorio se completa con temas nuevos y una espléndida versión de Fire Leap, de la banda sonora de The Wicker Man, una referencia que viene muy bien para hacerse una idea de cómo suena esto: el oyente queda atrapado en una ceremonia siniestra, brujeril, a veces amenazadora y a veces directamente terrorífica. Es música turbadora y absorbente, poco apta para amenizar las cenas familiares, pero ideal para poner a prueba los nervios escuchándola a solas y a oscuras.
Civic – Future Forecast
Todas estas búsquedas sonoras están muy bien, pero de vez en cuando uno necesita desintoxicarse con una buena dosis de rock directo y sin contemplaciones. Lo cierto es que, si allá por mediados de año me hubiesen dicho que este disco de Civic iba a acabar en mi minilista de fin de año, seguramente habría desechado rotundamente la idea, pero he ido volviendo a él una y otra vez cuando necesitaba riffs incendiarios, energía punk, concisión sin rodeos, es decir, algo así como un reseteo de cerebro. Civic son australianos, de Melbourne, y suenan australianísimos, más que dignos representantes contemporáneos de la tradición de rock intenso de su país: entre el protopunk de herencia stoogiana, el punk-rock de la estirpe de The Saints y compañía y los remansos (es un decir) power pop, los treinta y siete minutos del disco pasan en un gozoso suspiro eléctrico. Algún día tengo que ponerme a reflexionar sobre qué es lo que hace que hasta una voz pueda sonar australiana.
Muy cerca de los puestos de cabeza se me han quedado The Monsters, Lassie, Clara Engel, Liquids, Leo Mateos, Dom La Nena, C. Tangana, Karen Peris, Rudimentary Peni, Water From Your Eyes, Richard Dawson & Circle, Maria Arnal i Marcel Bagés, The Shadracks, Hélène Barbier y Triángulo de Amor Bizarro, que hasta cuando se dedican a someter sus discos anteriores a interpretaciones ajenas o a raras manipulaciones logran resultados fascinantes.
Y también me han gustado mucho los álbumes de Rien Virgule, Veik, Jeffrey Alexander And The Heavy Lidders, Cheval Sombre, The Telescopes, The Monsters, Gruff Rhys, I Tpame I Tvrame, /A\, Wau Wau Collectif, Menahan Street Band, Farmer Dave & The Wizards Of The West, Viagra Boys, Cool Ghouls, Pedigree, Tele Novella, Anna B Savage, Modern Cynics, Axolotes Mexicanos, Tim Evans, AZITA, Rata Negra, Olhava, Joanna Gemma Auguri, Esther Rose, Iceburn, Whispering Sons, Megan Siebe, Onetwothree, Lindsey Buckingham, VVV [Trippin’you], Chris Brokaw, Mhaol, Lael Neale, PanSTARRS, Susanna & David Wallumrød, Det Kätterskä Forbund, The Routes, Steve Almaas, Divide And Dissolve, Pauline Anna Strom, Writhing Squares, Upper Wilds, Michael Beach, Vessel Of Iniquity y, por supuesto, Bobby Ramone. Ah, por mucho que destaque álbumes, la he gozado especialmente con una docena de EPs, un formato que quizá sea más adecuado a nuestra atención volátil: ahí han estado Taqbir, Pantocrator, Viuda, Good Looking Son, NASDAQ, Anna Phoebe, SUSS, Amor Butano, Basurita o Das Beat.
Os dejo con Radiant Eye, que sirvió de adelanto al álbum hace ya un año: sirva, de paso, como canción de la semana. Que paséis una feliz Navidad, si el virus os deja.