Yo estaba convencido de que Gruff Rhys ya había tenido canción de la semana en el blog y, por tanto, no era elegible ya para protagonizar una entrega de esta sección: la culpa de mi error es de aquella peculiar carta de amor a la Unión Europea que escribió hace cinco años, a la que dediqué un post que, no, resulta que no era canción de la semana. En fin, el caso es que en la frase anterior he utilizado un adjetivo, peculiar, que en realidad está fuera de lugar a la hora de destacar uno de los trabajos de este hombre, porque toda su producción nace tocada de esa visión surrealista y juguetona que siempre le ha caracterizado, desde los tiempos de Super Furry Animals (cómo nos divertíamos viéndolos en directo) y pasando por diversos proyectos y colaboraciones. Rhys es algo así como el rey de Gales, el ejemplo redondo de ese fecundo cuelgue tan propio de los músicos de su tierra, una especie de enfoque anómalo y gozoso de la realidad y de la música.
Si quedaba alguna duda de eso, no hay más que echar un vistazo a su nuevo álbum, dedicado íntegramente al monte Paektu, un volcán situado en la frontera de China y Corea del Norte. Eso es bastante friqui, claro, pero en Rhys el friquismo es más un punto de partida que un objetivo, o más bien un caldo de cultivo en el que crecen espléndidas flores. A mí el disco me parece una maravilla de pop psicodélico, tan divertido como emocionante, con magia, pegada y una combinación exactísima de artesanía setentera y visión marciana. Y me gusta especialmente el primer corte, este Mausoleum Of My Former Self en el que el volcán reflexiona sobre su pasado, o quizá sea el cantante el que echa la vista atrás. «Me imaginaba que yo era un volcán –ha explicado a American Songwriter–, intentando repasar mi vida como volcán: el aspecto que tenía antes, cómo quizá antes del cráter era una hermosa montaña (…). Me imaginaba como un volcán, pero en realidad estaba escribiendo sobre envejecer en general». Ojalá envejezcamos todos con ese piano de fondo y esos sintes sobrevolándonos, animados por trompetas mientras coreamos mil dududús.