Atención, que voy a batir el récord de inactualidad de este blog. A estas alturas, para la mayoría de ustedes, la Navidad será sólo un mal recuerdo, o como mucho un indeseable residuo de perímetro abdominal o unos trozos de turrón reseco en una bandeja de su madre o de su abuela. Y, sin embargo, aquí me tienen, enfrascado en la escucha de un disco de… villancicos, supongo que se puede hablar de villancicos. El incombustible Billy Childish, artista con más encarnaciones que un lama y santo patrón de gente como los Horrors, editó el año pasado junto a sus Musicians Of The British Empire el álbum Christmas 1979, un repertorio de canciones navideñas interpretadas al estilo garajero más cazurro, con baja fidelidad y alta energía. El primer tema marca el tono: una voz infantil pide a Santa Claus cantar junto a los Sonics, y el bueno del gordinflón le propone como sustitutos a los Musicians Of The British Empire, que se lanzan a un arrollador calco de los dioses del garage punk.
Y qué cosas, en plena Navidad retrasada y eléctrica, el azar ha querido que me encuentre en mi librería de saldo favorita (Maceda, en Santutxu: se la recomiendo) la novela de Billy Childish Cuadernos de una juventud al desnudo, que cuenta la historia de un adolescente “perseguido por intensos deseos sexuales, por los fantasmas de su infancia y por una momia de 7.000 años”. Ya les contaré, o quizá no.