España tal vez sea el único país que se pone a escribir un himno y acaba haciendo un sainete. Ya saben que el Comité Olímpico Español ha dado marcha atrás, con la agilidad que se supone a personas tan atléticas, y ha decidido no presentar la letra al Congreso porque genera “controversia y en muchos casos rechazo”. Y digo yo: ¿acaso no lo sabían? ¿Es que no lo sospechaban antes incluso de meterse en este fregado? A mí la letra elegida me parecía un pequeño espanto, porque cultivar con mentalidad de izquierdas un género de derechas no suele dar buen resultado (entiéndame derechas en un sentido tan amplio como para incluir el himno soviético, que ya es amplitud), pero eso es lo de menos: aunque todos los premios Nobel del mundo se hubiesen aliado para redactar el himno más bello e inteligente de la historia, habría generado controversia y en muchos casos rechazo. Los himnos nacionales están pensados para exaltar valores que muchos detestamos, y la gente aficionada a los himnos nacionales detesta valores que muchos admiramos, así que la Concordia, con mayúscula hímnica, se presenta como un ideal inalcanzable, más aún en este país con tanta afición a las fronteritas. Un himno instrumental me parece un gran avance, porque, en caso de necesidad, uno puede boicotearlo mentalmente con alguna coplilla internacionalista y libertaria.
Eso sí, me da mucha pena el autor de la letra desechada, Paulino Cubero. Después de esta broma sin gracia le van a conocer como “el del himno” en toda España, desde los verdes valles al inmenso mar.
Actualizado el 17 de enero: Qué bien ha resumido la peripecia Cubero con un verso de José Hierro. “Después de todo, todo ha sido nada”.