La voz de Fenne Kuppens, la cantante del quinteto bruselense Whispering Sons, me parece uno de los instrumentos más perfectos para hacer post-punk: grave y andrógina, con ecos a veces del Scott Walker de los últimos discos, parece diseñada especialmente para transmitir la desesperanza y la angustia propias del estilo, sin ninguna necesidad de incurrir en esas cansinas imitaciones de Siouxsie tan habituales entre las artistas de lo siniestro. Es más, su voz es todavía más idónea para una canción como la espléndida Surface, su último sencillo, que habla precisamente de sentimientos y experiencias enterrados muy hondo, muy lejos de la superficie del título, en esas profundidades de las que parece emerger la voz de Fenne.
Whispering Sons, que editaron su álbum de debut en 2018, heredan su sonido de la facción más comercial de lo que aquí en España llamábamos afterpunk, y conste que no digo lo de comercial como una crítica, porque me parece mucho más difícil y meritorio armar una canción compacta, pegadiza, efectiva y tan convincente como Surface, con su ambiente ominoso y su rabia de fiera atrapada, que tirar por la senda del post-punk deconstruido y descoyuntado con coartada falsamente experimental (jo, parece que hoy me he levantado criticón). Y a la vez, por cierto, nos empujan a nuevas oscuridades: aquí estoy, escuchando And Life Is, el único elepé de Moral, un trío ochentero danés que facturaba una música gélida y minimalista y del que no había oído hablar jamás. Resulta que lo de Whispering Sons, o más bien Whispering Sons, era un tema suyo de 1982.