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Canción de la semana: ‘Todo el mundo está en Japón’

 

No me explico cómo no me enteré de la existencia de Malamute a finales del año pasado, porque un título como Monstruos gigantes destruyen Santander, el hit con el que se mostraron al mundo, no puede pasar desapercibido en ningún entorno. Y, además, la canción es espléndida, diablos. Por suerte, el dúo cántabro es uno de esos grupos con una puntería especialmente certera a la hora de confeccionar píldoras de pop o de pop-punk, de manera que cada lanzamiento posterior ha supuesto un nuevo acierto. Yo soy particularmente devoto de su penúltimo sencillo, La espiral (con ese estribillo adictivo que dice: «Yo lo que quiero hacer, / aunque no lo quieran ver, / es entrar en una espiral / de autodestrucción y acabar fatal, / avergonzarme de mí misma, / ¡sería tan guay si tuviera carisma!»), pero el nuevo, recién salidito, no se queda a la zaga: en Todo el mundo está en Japón, Irene Gutiérrez y Diego Jiménez se pasman ante esa solvencia económica que permite a tanta gente hacer ostentación de sus viajes por el mundo. «¿De dónde sacan el dinero / cuando salen del agujero?», se preguntan.

A Malamute (no confundir con nuestro Malamute) habría que clasificarlos en la misma carpeta que a los siempre resplandecientes Axolotes Mexicanos, con los que mantienen un vínculo estilístico (entre el punk ingenuo y la electrónica de dormitorio, todo lo twee y kawaii que quieran pero con su ironía corrosiva y su mala leche) y también personal, porque veo que Olaya, la axolota jefa, les dibuja las portadas. Eso sí, ellos dos, que no parecen grandes amantes del protagonismo y la autopromoción, prefieren presentarse simplemente como «otro grupo de pop».

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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