Antes de nada, vamos a por el título, que he tenido que invertir mi ratito en investigar por internet qué diablos era el caracolillo de marras. Creo que se trata del número 7 en sánscrito, nada menos, porque es el séptimo corte de १, que a su vez debe de ser el número 1 en sánscrito. Sip, en efecto, nuestra canción de la semana es el séptimo y último corte del álbum de debut de Abhasa, que lleva todas las canciones tituladas con el correspondiente número en sánscrito. El propio nombre del grupo significa reflejo en ese mismo idioma, aunque eso se han molestado en transliterarlo al alfabeto latino para que seamos capaces de llamarlos de algún modo.
Me viene bien enrollarme con esto porque, en fin, no sé prácticamente nada de Abhasa, ni veo fotos suyas por ahí, ni siquiera tienen espacio propio en internet. El único dato que parece conocerse de ellos (o ellas, o él, o ella, o ello) es su procedencia estadounidense. En realidad, este álbum salió allá por noviembre, pero ahora lo han remasterizado y reeditado en el sello texano Mystic Timbre y es cuando ha llegado a mis oídos. Es un disco que hay que tomarse con paciencia: en cierto modo, es como si hubiesen tomado un tema instrumental de black metal (o de post black metal) y lo hubiesen estirado hasta los cincuenta minutos. La intro ambiental, que tanto suele gustar en estos estilos, se extiende aquí a los tres primeros temas y hace que podamos hablar de un disco a caballo entre dos géneros: empieza con cuencos tibetanos, nada menos, en una meditación letárgica y tristona que va incorporando instrumentación, incluido uno de esos pasajes de guitarra acústica también tan característicos en el mundillo. En el cuarto tema irrumpen las guitarras eléctricas y la batería, pero en cierto modo permanece el espíritu atmosférico, de descripción de un paisaje desolado, y de hecho todavía nos queda una dosis de ruido aislacionista antes de la traca final de ६ y ७. Pero, claro, aquí vamos a empezar el viaje por el final.