Foto: Claudia Martín

Cuando vi que en la fiesta de aniversario del Dabadaba donostiarra va a tocar un cuarteto de Barcelona llamado Pantocrator, pensé que se trataría de una banda de post-punk siniestrillo que se me había escapado. El nombre (ya saben, el pantocrátor es una representación de Cristo todopoderoso, y no me pregunten por qué ellos lo escriben sin tilde) me sugería canciones neblinosas, hipersensibles y un poco cultistas e incluso ocultistas. Pero solo me hizo falta fisgar un poco su perfil para darme cuenta de lo desencaminado que iba: su epé más reciente, el segundo, se titula La masacre de putis y su hit inevitable, este que traigo hoy por aquí, es No te puto pilles, así que se disipó de golpe la niebla de cementerio. De manera un poco burda, podríamos decir que Pantocrator son algo así como unos Punsetes con una base más garajera que indie: comparten con ellos la esencial desfachatez, la inspiración en el costumbrismo contemporáneo y el vocabulario vistoso, además de la capacidad para confeccionar himnos deslumbrantes, infalibles, divertidísimos.

Es que, de verdad, todas son imprescindibles, pero No te puto pilles (hoy parezco un ortonazi, pero la RAE lo preferiría junto, putopilles) se ha convertido en el gran bombazo de lo que llevamos de año en mi casa. Eso presenta sus complicaciones: el otro día mi hija de 4 años se fue para el colegio muy contenta cantando el estribillo, ese adhesivo “no te puto pilles, soy una bomba de napalm”, y solo espero que no le diese por entonar en clase otros versos todavía más peliagudos, como “podemos follar pero no te puto pilles” o “fumo hierba cada puto día”. Si nos quitan la custodia, aprovecharemos y nos iremos a verlos al Dabadaba, pero, si la mantenemos, ¿es que no hay nadie que los acerque por Bilbao?

Actualización: jo, acabo de descubrir que la masacre de Putis es un hecho histórico. Eso me pasa por ir de guay ortográfico.