Al mejor cirujano plástico se le va la mano. Toby Gard estaba modelando el busto de Lara Croft en las oficinas de Core Design cuando accidentalmente le plantó dos obuses bajo la camiseta. A sus compañeros les encantó, y al público también: ‘Tomb Raider’ sacó en 1996 de pérdidas a Eidos Interactive y fijó el estándar de los juegos de acción y aventura con una mezcla de plataformas y rompecabezas en un envoltorio cinematográfico. Se jugaba indistintamente en consolas, portátiles y ordenadores y los de marketing no tenían más que disfrazar a una modelo como Lara para vender cada nueva entrega. Salieron nueve juegos y dos películas hasta que Angelina Jolie se dio la torta en taquilla con la segunda.
El año pasado, Eidos reinició la franquicia en una nueva línea temporal con ‘Legends’ y ahora presenta ‘Tomb Raider: Anniversary’, que es un ‘remake’ de la primera aventura. Los juegos son buenos, pero se nota que los de marketing siguen al mando: los obuses de Lara parecen todavía más grandes, masivos y amenazadores, mientras el rediseño del rostro reproduce por todo el morro los rasgos de la actriz de moda, Keira Knightley, que no es precisamente la estanquera de ‘Amarcord’. Todo esto resulta bastante absurdo cuando uno se entera de que, al principio, Lara debía haber sido un hombre, como Carla Antonelli. Cuando cambió de sexo, se le dio una identidad sudamericana, Laura Cruz, de quien la Croft heredaría las trenzas, la tez morena, la ropa escasa y la exuberancia.