Ya ha acabado el Bilbao BBK Live, que para mí siempre es una experiencia agridulce, porque estoy allí arriba trabajando y eso me hace perderme algunas cosas y disfrutar solo a medias de otras: hay que ver actuaciones que de otro modo no se verían, hay que escribir crónicas de urgencia, hay que tomar notas durante los conciertos… Este año se me ha ocurrido resumir mi experiencia festivalera en cinco canciones y, ya puestos, convertimos una de ellas en canción de la semana, aunque tenga ya un año. Estos son los cinco temas que definen mis últimos tres días.
John Grant – Glacier. En realidad, podría ser también Marz (qué ilusión me hizo que la cantase después de “mucho tiempo”, como explicó él mismo en su español mexicano) o GMF o incluso Queen Of Denmark, pero en directo conecté especialmente con esta canción y su idea del dolor como un glaciar que nos modela por dentro. Tengo la impresión de que el concierto de Grant tal vez dejó un poco fríos (como glaciares, sí) a quienes no conocían su música, pero a mí me encantó, y me hizo mucha ilusión ver a Budgie, el batería (y exmarido) de Siouxsie. Se conserva muy bien el caballero.
The Strokes – Reptilia. En su momento me quedé con la sensación de que el segundo álbum de los Strokes me había supuesto una decepción, pero en el concierto me di cuenta de que algunos de mis temas favoritos de los neoyorquinos pertenecen precisamente a ese disco, Room On Fire. Sonaron muy bien los Strokes, aunque su estética y su actitud de maniquís del rock siempre me dan un poco de rabia y el rollo autoirónico de Casablancas me fastidia bastante. Estos días todavía he leído alguna opinión desdeñosa sobre la aportación de la banda: a mí, en directo, el repertorio me pareció incontestable y la ejecución, tirante y milimétrica.
Rosalía – Catalina. Se puede discrepar todo lo que se quiera sobre la hibridación de flamenco y músicas urbanas que hace esta mujer, pero hay que ser un poco cenutrio para no pasmarse ante las cuarenta mil personas calladas y expectantes mientras canta Catalina a capela (en realidad, casi a capela, porque en un pasaje sonó una percusión de palmas sampleadas). Vale que el flamenco con amplificación para grandes espacios pierde buena parte de su pellizco y su magia, pero aun así fue una experiencia inolvidable y tenemos que agradecérsela al tirón de la otra parte de su repertorio, la bailonguita.
Los Hermanos Cubero – Tenerte a mi lado. Qué voy a decir que no dijese ya: esta canción es una de las que Quique Cubero compuso después de la muerte por cáncer de su esposa, Olga, y resulta arrasadora en su retrato de la experiencia cotidiana de la ausencia. Siempre me cuesta contener las lágrimas cuando la escucho, y volvió a ocurrirme ante el quiosco de El Arenal: quizá más todavía, porque había ido con mis hijas y eso siempre le pone a uno un poco sentimental. Fue lo único de Bereziak que vi (y solo siete canciones o así, porque la peque aún no aguanta conciertos enteros) y me valió por buena parte del cartel de Kobetamendi. “Perdonad el mal ratillo a la hora del vermú”, dijo el tío al terminar.
Slaves – Photo Opportunity. Reconozco que el hecho de no tener que escribir sobre él pudo hacer que lo disfrutase más, pero el concierto de Slaves fue mi favorito del festival. También por lo inesperado: con Liam Gallagher en el escenario principal, no se me había ocurrido siquiera que el dúo británico (vaya par de personajes) fuese a congregar a tanta gente en el Txiki con su rock básico, visceral, hosco y pendenciero. Tienen la panorámica en la foto de arriba. Y, además, en mitad de tanta agresividad colaron este vals que siempre me hace pensar en Ian Dury y que estuve a punto de hacer canción de la semana en su momento. No lo hice, y hoy me corrijo.