Pocos discos me han desconcertado tanto como Schlagenheim, el álbum de debut del cuarteto londinense Black Midi. Yo lo escuchaba e iba anotando mentalmente referencias, ecos, solapamientos con otros artistas, y a la vez me daba cuenta de que el conjunto no tenía mucho que ver con ninguno de ellos y de que la lista en cuestión estaba quedando la mar de incoherente. Un ejemplo: no puedo oír el arranque de este 953, el primer tema del lote, sin pensar en los japoneses Melt-Banana, pero Black Midi no tienen nada que ver con Melt-Banana el 99% del tiempo. Al final, me da la impresión de que la música de estos muchachos es tan libre, tan loca y tan fluida que cada oyente acaba reflejando en ella una parte de su propia biografía sonora.
Si hacemos un esfuerzo de síntesis, esas influencias (que a lo mejor no son tales, sino simples coincidencias con escenas del pasado) se pueden englobar alrededor de tres núcleos: el post-punk (Wire y Pere Ubu son otros dos nombres que se me vienen a la cabeza, en algunos pasajes, siempre que escucho el disco), el rock progresivo (me encantaría saber qué pensarían los seguidores del género) y eso que llaman math-rock, aunque eso puede ser una simple consecuencia de lo anterior, por la afición a compases raros. Pero Sonic Youth o los Boredoms también andan por ahí, así que no hagan mucho caso y prueben el extraño cóctel, a ver qué tal les sabe. A mí me tiene desconcertado, eso ya lo he dicho, pero a la vez me fascina y vuelvo a él una y otra vez: si no fuese por esa pequeña obsesión, no les colgaría un antipático enlace de Spotify.