Foto: Javier Rosa
Qué difícil es que un grupo muy veterano añada alguna canción a lo que podríamos llamar sus clásicos. Aunque los discos les queden muy bien, resulta casi imposible igualar el impacto emocional que sus viejas composiciones tuvieron en el oyente, porque entonces la banda era más joven y el seguidor también. Las carreras musicales tienen un componente inevitable de repetición que atenúa la sorpresa, qué le vamos a hacer, y a la vez uno nunca vuelve a ser tan impresionable como a los 15 años.
Pues bien, el tío lo ha hecho. Desde luego, yo no pensaba ya sumar ninguna referencia nueva a mi selección de favoritos de Ilegales. ¡Si hasta tenía hecha una lista de Spotify con mis temas esenciales del grupo, Diez de Ilegales, que empezaba con Para siempre y acababa con Sin remedio, pasando por preciosidades como Enamorados de Varsovia, Me gusta cómo hueles, La casa del misterio o Regreso al sexo químicamente puro! Los álbumes de Ilegales me parecían bien, incluso con algunos temas notables, pero alejados de la maravilla lírica, melódica e interpretativa de canciones como las que he mencionado, que pertenecen a lo que podríamos llamar la vertiente sentimental y melancólica del grupo. Y, de repente, va Jorge Martínez y esconde al final de su disco número once esta canción de despedida, El bosque fragante y sombrío, que vuelve a dejar claro el abismo que lo separa de otros compositores españoles de rock. Qué letra, qué musica, qué arreglos, qué fenómeno.
El otro día me tocó entrevistar a Jorge (el resultado esta aquí, pero solo para suscriptores) y tuve que preguntarle por El bosque, claro. «He escrito una canción de despedida en este momento en que amo tanto la vida, estoy lleno de vida, soy fuerte frente a la muerte… aunque nunca se sabe, claro. Ese es el mejor tiempo para despedirse, porque hacerlo en el último momento puede resultar incluso repugnante. Yo creo que voy a ir despidiéndome de la vida ahora que la vivo con intensidad, con rabia de vivir», me explicó. La lista se llama ahora Once de Ilegales.