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Maldito residente

Por lo que respecta al género de terror, son tres los títulos clásicos: ‘Alone in the Dark’, ‘Silent Hill’ y ‘Resident Evil’. Estas tres sagas, como muchos otros juegos, películas y libros, no se habrían concebido sin la inspiración de Howard P. Lovecraft, de cuya muerte se cumplen 70 años. Desgraciadamente, la cuarta parte de ‘Resident Evil’, como la que acaba de editarse para PC y salió hace dos años para PlayStation 2 y GameCube, ya no respeta el principio que consagraba el escritor norteamericano en el ensayo ‘El horror en la literatura’: «La emoción más antigua e intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo e intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido».

En la línea de sus antecesores, ‘Resident Evil 4’ nos traslada a un pueblo habitado por zombis, los cuales, en el mundo de los videojuegos, son el enemigo más lento, previsible y tópico que existe. Así que miedo-miedo, no es que dé mucho; a veces puede resultar estresante, pero esto se debe al defectuoso sistema de control de cámara y puntería, que parece hecho ex profeso para desorientar al jugador. La versión original para GameCube fue cubierta de premios y elogios, y parece que Capcom no juzgó indispensable preparar unas buenas conversiones. Si la de PlayStation 2 despertó críticas por el descenso en la calidad gráfica, la de PC clama al cielo, particularmente si no se dispone de un mando tipo consola. Si desean conocer el terror, intenten disparar a la bamboleante cabeza de un zombi apuntando con el teclado.

Otro aspecto que hace ‘Resident Evil 4’ involuntariamente ridículo es la localización de la aventura… ¡en España! Leon, el protagonista de finos rasgos finalfantásicos, ha sido enviado “a un lugar de Europa” para rescatar a la hija del presidente (huelga decir de qué país), secuestrada dentro del típico complot y bla bla bla. Dos agentes uniformados le trasladan en un vehículo oficial al lugar donde se encuentra retenida, una misteriosa comunidad rural dejada de la mano de Dios. Cuando uno se fija en el escudo que lucen en el antebrazo los uniformados, descubre que es el de la Policía Nacional. ¡Carajo! Y el acento con que hablan estos en la versión inglesa, los tacos que sueltan, claramente hispánicos… En mitad del trayecto, uno de los agentes detiene el vehículo, desciende y se pone a mear contra los árboles. ¡Ya no cabe duda de que son españoles! ¡Qué penetrante esfuerzo de caracterización! ¡Gracias, Capcom!

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Por Carlos Benito

Sobre el autor

Asesor tecnológico en Madrid Tecnología, proyecto del Ayuntamiento de Madrid que fomenta la utilización de las nuevas tecnologías entre ciudadanos y empresas.


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