Tengo la impresión de que, con bastante diferencia, Kate Pierson ha acabado siendo el miembro más conocido de los B-52’s (yo les sigo poniendo el apóstrofo que han perdido por el camino), y no por su carrera con la colorista banda de Athens, sino por sus exitosas colaboraciones con R.E.M. (ya saben, Shiny Happy People) y con Iggy Pop (ya saben, Candy). La otra chica de los B-52’s, Cindy Wilson, tendrá que conformarse con los fans de la banda, que actualmente anda celebrando sus cuarenta años de trayectoria. Kate y Cindy coinciden en un rasgo curioso: las dos han tardado muchísimo tiempo en animarse a lanzar álbumes en solitario. El de Kate se editó (esperen que mire) en 2015 y el de Cindy ha salido en diciembre y conserva aún el calor del horno. Se titula Change y, en efecto, supone todo un cambio con respecto a lo que estamos acostumbrados a oírle hacer: predominan las canciones pausadas, susurrantes, con arreglos electrónicos… Ella misma lo describe como “un mundo completamente diferente” al rock and roll mutante, el corazón ultrapop y el look retro y locuelo de su banda.
Eso sí, con nuestra canción de la semana no se van a hacer una idea muy atinada sobre el álbum, porque constituye la gran excepción del lote, un corte más agresivo con unas bases que sí pueden remitir a los B-52’s inquietos y saltarines y unas guitarras que barren todo lo que se les pone por delante. En parte vigoroso y en parte narcótico, sirve lo mismo para conducir de noche que para animar clubes decadentes.