Hay discos especialmente nutritivos, que contienen alimento suficiente para las carreras enteras de unos cuantos grupos. Para mí, el primero de Wire, Pink Flag, es un ejemplo evidente: el grupo británico embutió un montón de ideas novedosas en canciones apresuradas y brevísimas, concentrados de creatividad que casi se podrían interpretar como un derroche de la inspiración. Supongo que por eso (bueno, por eso y por el simple hecho de que Pink Flag es uno de mis cinco o diez discos favoritos) me parece bien que haya bandas que sigan explorando esa senda, abandonada por Wire a la primera de cambio: su segundo ábum, igualmente apasionante, ya no tenía mucho que ver con las erupciones de energía del primero.
Esta introducción viene a cuento porque soy incapaz de escuchar al trío neoyorquino B Boys sin acordarme de Pink Flag, el disco que demuestra que la frontera estilística y temporal entre el punk y el post punk está muy lejos de ser nítida. La forma de abordar las canciones, la entonación de algunos versos (sobre todo, cuando se hace cargo del micrófono uno de sus dos vocalistas), la sensación general de urgencia, la guitarra que parece sobrecargarse de electricidad, la sensación de que las canciones vienen repletas de ángulos y aristas, los finales abruptos… Como muy bien dicen por ahí, hasta el diseño de la portada de su álbum de debut, Dada, remite de alguna manera a Wire, aunque en este caso el modelo sería su tercer disco. Y, aun así, B Boys no suenan miméticos, sino que simplemente encuadran sus composiciones en estas coordenadas que otros no saben aprovechar, donde también caben otras influencias reconocidas como las de Gang Of Four (cómo no), The Clean o Minor Threat. He escogido Another Thing, la segunda del disco, pero la verdad es que podría haber optado por cualquier otra: escuchen el álbum entero, que es una gozada y solo dura media horita. Como Pink Flag, je, je…