Singapore Sling constituyen una rareza dentro de Islandia, ese país musicalmente fascinante que produce decenas de grupos exportables a partir de una población como la de La Rioja. El propio Henrik Bjornsson, líder absoluto de la banda, ha declarado que la creó a partir de una radical combinación de amor y odio: amor por ciertas músicas del pasado y odio, en fin, por la mayoría de las músicas que le rodeaban en el presente. Bjornsson y su banda vienen a ser los Jesus & Mary Chain islandeses, con perdón por el cliché, y uno se imagina al tipo marginado en un rincón de la colorista e hipermoderna escena de Reikiavik, con su ropa de cuero y su cara de palo, rumiando pensamientos como el subtítulo de esta canción.
La banda, con Bjornsson como único miembro fijo, lleva ya dieciséis años en activo, y de hecho yo fui muy fan de su primer disco, aquel The Curse Of Singapore Sling que, sí, reproducía los esquemas de The Jesus & Mary Chain, pero de manera sobresaliente: en realidad, da la impresión de que Bjornsson y compañía están más bien canalizando los mismos sonidos vetustos (los Stooges, el garaje, los grupos de chicas) que fascinaban a los hermanos Reid, de una manera que puede lindar con otros grupos actuales como los franceses Limiñanas. Singapore Sling están a punto de editar su noveno álbum y han lanzado como adelanto este Riffermania (Kill Kill Kill), escrupulosamente fiel a sus parámetros habituales. Si les gusta y acaban canturreando esos coros tan simpáticos que urgen a matar, no se pierdan su reciente conciertillo para la KEXP, que está muy bien.