Acabo de volver de la final de la sección pop-rock del Villa de Bilbao, en la que competían I Me Mine (franceses), The Zephyr Bones (barceloneses) y My Expansive Awareness (zaragozanos), y lo cierto es que no les he envidiado la tarea a los miembros del jurado: los tres grupos tenían un algo o un mucho de psicodélico y los tres contaban con argumentos a su favor, hasta tal punto que se me ocurrían criterios para ordenarlos de todas las maneras posibles, en plan ejercicio de permutaciones. Pero, si aplico exclusivamente mi gusto personal, no me queda ninguna duda: los que verdaderamente me han estimulado del lote, los que más a gusto pagaría por ver, han sido The Zephyr Bones, encabezados por tres chilenos afincados en Cataluña. Me habría encantado que su concierto, breve como imponen las normas del Villa, hubiese durado el triple. Por supuesto, han quedado los terceros, porque mi gusto tiende de manera natural a la disidencia: han ganado I Me Mine, muy resultones ellos y también un poco escamantes con los pregrabados, y han acabado segundos My Expansive Awareness, los más ortodoxos de la final.
Pero, como digo, mis favoritos eran The Zephyr Bones, unos tipos con cierta pinta de excéntricos (eso en mi mundo es un punto a favor) y con un guitarrista sorprendente, imprevisible, que aportaba un enfoque angular y alejado de lo convencional a temas de fondo clásico: a veces daba la impresión de estar escuchando algo así como shoegaze de los sesenta. Líricamente, parecen obsesionados con los veranos ideales, esos que solo existen en el recuerdo o en los sueños, y eso nos lleva a nuestra surfera canción de la semana: en realidad tiene más de dos años, porque estaba incluida en su primer EP, pero es una de las que más me han gustado de su concierto, donde ha sonado bastante más salvaje y saturada que en esta versión grabada con aire a The Drums.