Vale, es posible que, si no llega a ser por el título, esta canción jamás hubiese llegado a aterrizar aquí. Les parecerá una motivación frivolona, pero sean sinceros: ¿a quién no le llama la atención un tema que se llama Me pregunto a quién tuviste que chuparle la polla, por decirlo a la manera castellana? Algún día me haré mayor y dejaré de sucumbir ante este tipo de tontadas, pero mientras tanto voy a seguir canturreando este estribillo aunque se me trabe la lengua dos veces de cada tres. La letra, por cierto, es metamusical: el bardo manifiesta con franca elocuencia su estupefacción ante la excelente acogida que está recibiendo un rival artístico. «Lo vi en las noticias de entretenimiento, / leí las críticas en Pitchfork y Exclaim / y me pregunto a quién tuviste que chuparle la polla», dice. Incluso, en un momento de flaqueza, reclama un trato equiparable: «¿A alguien que tenga un blog le apetece una mamada informal?», propone.
Pero es que, más allá de lo llamativo, la canción es muy buena. La firma la banda canadiense Gregory Pepper & His Problems, liderada por el tal Pepper, que es el señor que acompaña al gato en la foto de arriba. A mí, su disco me hace acordarme de otro artista que asomó hace tiempo por el blog, el californiano Tony Molina: los dos comparten la impaciencia, o la inconstancia, o el simple gusto por la brevedad, que les lleva a condensar en temas cortísimos un material que daría de sobra para excelentes canciones más largas. Como si, una vez que hubiesen expuesto lo esencial, no encontrasen razones para seguir más allá, porque les parece redundante o superfluo o latoso. Gregory Pepper y sus muchachos, unos fenómenos del pop guitarrero, se ventilan las diez canciones del álbum en doce minutos, con una duración máxima por tema de 1,41, que para ellos empieza a ser ya rock sinfónico. La felación urgente que nos ocupa dura solo cincuenta segundos.