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El difícil cruce de Naranjo y Manzanera

 

Tiene cierta lógica que Naranjo y Manzanera no se lleven del todo bien, porque al fin y al cabo uno es una rutácea y el otro una rosácea. Una vez dicha la tontería botánica, saltemos a la música, porque con Naranjo y Manzanera nos referimos a Mónica y Phil, la diva de la voz incontenible y el guitarrista de Roxy Music. Los caminos de ambos se cruzaron allá por los tiempos de Sobreviviré, la versión del Fiume azzurro de Mina, producida por el británico, y hasta ahora el hombre no había hecho mucho recuento de aquella colaboración. Bueno, hace cinco años comentó en El País que la voz de Mónica le había parecido «un instrumento increíble».

En el último número de la revista Uncut, Manzanera, a quien tienen en la foto de arriba, protagoniza una sección en la que un artista se somete al interrogatorio de los lectores y de algunos colegas. David Gilmour (sí, el de Pink Floyd, aquí hay nivelillo) le pregunta si alguno de los incontables artistas a los que ha producido le ha derrotado. Y no puedo resistirme a copiar la respuesta íntegra, aunque sea un poco larga: «Me resulta bastante difícil producir a divas. Recuerdo a Mónica Naranjo, que era número uno en España y Sudamérica. Yo tenía que hacer tres canciones con ella. En aquel tiempo, mi estudio estaba en construcción, así que instalé una cabina de voces en el piso de abajo, con los trenes pasando por fuera. Ella, recién salida de álbumes con ventas millonarias, llegó a Kilburn Lane y todo tenía una pinta un poco chunga. Yo le dije: ‘No te preocupes, simplemente entra ahí y estará bien’. En unas horas, habíamos construido el tema y sonaba fantástico. Dije: ‘Bueno, eso es todo, ¡ya está hecho!’. Bueno, dice Naranjo, no puede ser, ha sido demasiado rápido. Así que alquila un estudio puntero en el lago de Lugano. Vamos allí con su esposo, el típico coproductor que estaba un poco mosqueado porque el trabajo lo hacía yo y no él. Todos los días, ella volvía a cantar su parte. Estábamos en hoteles separados, con vistas al lago, y yo me aburría a muerte. Un día el marido me llamó y me dijo que a ella no le apetecía grabar. Y contesté: ‘¿Sabéis qué? No me apetece hacer vuestro disco, voy a llamar a un taxi y me largo al aeropuerto. Hacedlo vosotros. Buena suerte. Adiós’. Me largué, fue un momento liberador. Intentaron hacerlo por su cuenta durante meses, pero al final editaron la versión que habíamos grabado aquí, en el piso de abajo. Fue un éxito enorme».

La verdad es que les quedó bien…

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


marzo 2015
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