Si necesitan una coartada para justificar que nuestra canción de esta semana haya cumplido ya su buen par de décadas, la tengo aquí preparada: el sello HoZac Records publica una edición remasterizada del primer álbum de Chrome Cranks, para conmemorar su vigésimo aniversario. Pero la verdad es que no hace mucha falta perderse en argumentos, porque la fiereza de Darkroom es capaz de doblegar cualquier duda que podamos albergar sobre su vigencia. Yo, de hecho, estaba plenamente convencido de que esta canción se había convertido ya en un clásico del rock estadounidense, pero me he sorprendido al comprobar que de eso nada, que su presencia en internet es más bien escasa.
En mi hogar, dulce hogar, el primero de los Chrome Cranks ha sonado un montón a lo largo de estos años. Pero, sobre todo, lo que he machacado hasta la extenuación es este corte salvaje y primario que abre el disco de la banda de Ohio trasplantada a Nueva York, un desparrame visceral de lo que podríamos llamar blues-rock si esa etiqueta no se aplicase habitualmente a empeños más modosos. Lo dice muy bien Mike Wolff en el texto redactado para el sello: «El impacto de estas canciones no se ha desgastado un ápice. Todo parece ir a más, sonar cada vez más alto, volverse más cruel y más oscuro, excavar más profundo, clavar las uñas con más desesperación». Bienvenidos a mi habitación oscura. Suban el volumen.