Otros blogs hablan hoy de las reediciones de Led Zeppelin, de la lujosa caja de Red House Painters o del avance de lo nuevo de Godspeed You! Black Emperor, asuntos que dan lustre y prestigio a una publicación digital sobre música. Pero el caso es que nosotros vamos a dedicar esta entrada a Chochos y Moscas, porque alguien tiene que centrarse en lo realmente importante. A lo mejor vuelvo a llegar tarde y todos ustedes conocen ya a Chochos y Moscas, a los que podríamos llamar C&M si no fuese porque nos hace una gracia pueril teclear repetidamente su nombre, pero yo no he tenido noción de la existencia del grupo gaditano hasta hace unos días. Y lo curioso es que los he conocido gracias a un sello inglés, Cruel Nature, que edita estos días una antología de su obra. Es en casete. Y lleva ochenta temas en quince minutos. El más largo, si no falla mi repaso rápido, dura quince segundos. Qué más se puede pedir.
Chochos y Moscas hacen algo así como grindcore minimalista con síndrome de atención dispersa, borbotones de caos sobre los que el vocalista grazna una frase. Sus temas son tan breves y son tantos que acaban causando un efecto de intermitencia, más cercano al drone hipnótico de cierta música experimental que al subidón enérgico del metal, como si fuesen un faro sonoro que cada pocos segundos nos barre con su haz de ruido, aunque reconozco que tiene narices ponerse poético para describir a Chochos y Moscas. Y luego, están los títulos, que supongo que en este caso equivale a decir las letras: el sello británico ha optado por versiones recortadas, pero el «mundo de fantasía e ironía» que habitan estos energúmenos queda reflejado en los delirantes bautismos de sus canciones. Cosas como Escucha, las croquetas están congeladas por dentro o Miguel Bosé, bandido, ojalá te quedes sordo por la boca o Yo los sudokus no los entiendo, si no lo digo reviento o Percebes. el fruto del diablo criado en acantilados o Macarena wassup? (qué te pasa, Macarena?), por citar cinco ejemplos de su inabarcable discografía. Podrían convertirse en los reyes de Last.fm, por pura acumulación de reproducciones, si no fuese porque sus canciones no alcanzan la duración mínima para quedar registradas: si se atreven a darle al play, en un minuto pueden escuchar las seis primeras.