¿A ustedes no se les va de viaje la imaginación durante algunos conciertos? Cuando uno es fan del artista, el fenómeno se modera, porque se produce esa comunión que es el ideal de la música en directo, pero en cuanto uno se distancia un poco de lo que oye y ve… ¡zas, la mente se pone a vagar por sitios imprevisibles! Anoche estuve viendo a La Buena Vida, que me gustaron mucho más de lo que esperaba -no sé por qué, me imaginaba algo más amateur, quizá por contagio de una actuación en precario equilibrio de Le Mans que vi en En Canal hace ya muchos años-, pero al final del concierto me di cuenta de que había estado dando vueltas a mil historias. Aparte de las cuestiones personales (tengo que llamar otra vez al técnico del calentador) y de las inevitables asociaciones musicales (las típicas, aunque ¿por qué en algún momento me vino a la cabeza Corcobado?), perdí el tiempo mental en cosas tan peregrinas como que el bajista se daba cierto aire al compañero Ciro Galante. También estuve pensando un buen rato en el blog  Aitormena, cuyo tono está de algún modo emparentado con la lírica de las pequeñas cosas que hace La Buena Vida, y en la novela ‘Fuegos con limón’, de Fernando Aramburu, que me encantó en su momento y tengo casi olvidada, pero que me ha dejado una vaga imagen de jóvenes pedaleando por San Sebastián.

Para colmo, en un pasaje determinado, la voz de Irantzu me trajo un eco de otra voz escuchada hace media vida, y tuve que dedicar diez o quince minutos a acordarme de quién demonios se trataba. ¡Menos mal que lo logré, porque si no aún estaría en ello! Por supuesto, no se parece en nada a la vocalista de La Buena Vida, pero les diré quién era porque he comprobado en Internet que pocos la recuerdan: Coral, hija de Concha Márquez Piquer y Curro Romero, que cantaba en un grupo llamado Avenida Pasión y se mató en accidente de coche. Ah, la chica que tenía delante llevaba una blusa muy bonita, con siluetas de caballos, cerdos y patos, y el tío de al lado usaba un móvil igualito que el mío, vamos, una birria. Pido perdón a los artistas por tanta desatención, pero, tranquilícenme, ¿a ustedes no les pasa?