Nadie podrá acusar a Los Románticos de Zacatecas de jugar al despiste con su nombre. Son evidentemente románticos, y de hecho consideran que “romancear con la novia” es una de las funciones primordiales de sus canciones, y proceden de Zacatecas, tirando para el norte de México, aunque se establecieron hace tiempo en la capital federal. Acaban de editar su tercer álbum, después de un primero más baladístico y un segundo en el que “era un poquito guarachiento el cotorreo”, y su propósito ha sido equilibrar sus dos tendencias. O eso dicen, porque está claro que a los apuestos miembros del cuarteto (Manzanas, Güicho, Toño y Gerber) les priva utilizar un sonido de guitarras en primer plano que matiza bastante su propensión a la dulzura poética. También son un poco obsesivos en lo lírico, capaces de armar una canción con un par de estrofas repetidas una y otra vez, hasta conseguir perversos artefactos que se memorizan a la primera escucha. El ejemplo máximo es seguramente Mi niña, que abre el disco nuevo, pero yo siento debilidad por este Un cajón para dos y su amor desbordado, absoluto y un poco majara: “Cuando me toque partir, / sé que vas a estar aquí, / juntito a mí, mi amor, / en un cajón para dos”.