Dicen por ahí que la noche de Bilbao se muere, pero hasta hoy yo no había experimentado esa tendencia como una pérdida personal: llevo veinte años viviendo aquí y, más o menos, podía hacer la misma ruta de bares que cuando llegué, con la diferencia de que en aquellos tiempos de juventud era una peregrinación habitual y en cambio, ahora, cargado de años y obligaciones, se ha convertido en una expansión esporádica y excepcional. En esas salidas habituales de antaño y en estas ocasionales de hoy, que a veces se desmadran más de lo debido por ese carácter inusual, siempre ha sido una escala inevitable el Umore Ona, refugio rockero de la calle Esperanza que lo mismo servía para la cerveza tranquila, que para el desmelene exaltado, que para descansar de las txosnas en Aste Nagusia (y acabar quedándose allí toda la noche), que para ver conciertos en mínimo comité. El Umore incluso había conseguido superar eso tan difícil del cambio de gerencia, con lo raritos que nos ponemos todos cuando nos tocan nuestros bares preferidos y con lo que nos gustaba a todos Xuxo, nuestro Keith Richards particular.
Pero parece que se acabó el Buen Humor. “Nos vemos en la necesidad de tener que tirar la toalla y cerrar la puerta del Umore. No hay posibilidad de adecuarse a lo que nos están pidiendo. El local no está adaptado a la normativa de ruidos de Medio Ambiente y desgraciadamente no nos queda otra salida”, han explicado sus responsables en un comunicado. Siempre decimos lo mismo, pero en este caso tal vez tenga más sentido aún que en otros: el cierre de un bar como el Umore va mucho más allá del desarraigo emocional y el éxodo de su clientela, obligada a buscarse otro sitio que habitualmente es peor, y en realidad supone una pérdida cultural para Bilbao, que se ve privado de una parte importante de su historia (ya saben que en el Umore es crucial en la saga Platero y Tú-Fito-Extremoduro) y de un núcleo muy activo de su tejido social. Qué triste todo. Me van a permitir que arrime el ascua a mi sardina y despida al Umore con uno de mis grupos favoritos: al fin y al cabo, la letra de esta canción adornaba la barra desde la reforma, y es el local donde más veces los he escuchado.