Hoy les voy a recomendar, es un decir, el disco más absurdo del que he tenido noticia últimamente, aunque ese calificativo me granjee la enemistad de los aficionados a la vanguardia culta. No es la primera vez que se habla por este barrio de 4’33”, la obra de John Cage (en la foto) que consiste en cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio… iba a decir absoluto, por eso de la costumbre, pero la clave reside precisamente en que es relativo. Según recogen las enciclopedias, el compositor pretendía demostrar que el silencio es imposible, porque, aunque el intérprete se limite a sentarse ante el piano sin tocar una nota, la sala de conciertos estará llena de rumores, roces de telas, carraspeos, latidos de corazón, respiraciones y ecos del mundo exterior. Esto está muy bien como planteamiento, pero el problema se presenta cuando la gente lo lleva demasiado lejos. El caso más rocambolesco fue el del británico Mike Batt, que hace cuatro años rindió un homenaje al difunto Cage firmando a medias con él un corte silencioso de su proyecto The Planets. Los herederos del compositor le demandaron por plagio (recuerden que en el tema no suena nada) y al pobre Batt le salió cara la broma, porque tuvo que apoquinar una pasta para no ir a tribunales.
Pues bien, la compañía francesa Onement acaba de editar el primer disco que reúne cinco versiones distintas, si me permiten la palabra, de 4’33”, a cargo de un cuarteto llamado 0 (sí, es un cero) en el que figura Sylvain Chauveau, un tipo que firmó un bonito álbum de covers de Depeche Mode. La primera versión está grabada con corneta en un sótano (insisto en que nadie toca una nota). La segunda, con percusión en un salón. La tercera, con corneta en un aula vacía. La cuarta son cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio digital (entiendo que en ésta el ruido incidental lo ponen exclusivamente el oyente, el giro de su reproductor, su entorno y su madre, si en ese momento le llama a merendar). Y la quinta vuelve a la percusión, pero en una colina. Les alegrará saber, además, que los registros se han realizado en el País Vasco francés, con lo que los sonidos del silencio tendrán cierto aire de familiaridad. ¿Saben aquél del tipo que tenía una botella vacía en la nevera para cuando no quería beber nada?