Me disculparán por convertir hoy este blog en una especie de revista del corazón. Ya sé que lo importante es la música y no la vida de los músicos, pero tampoco se puede negar que a todos nos gusta husmear desde detrás de los visillos y contemplar los excesos, los defectos y las peripecias de los artistas. El divorcio de Kim Gordon y Thurston Moore después de 30 años de relación supuso una pequeña conmoción en el mundillo alternativo: tampoco es que la gente saliese llorando a las calles, pero es cierto que hubo preocupación (¿qué iba, qué va a ser de Sonic Youth?) y también cierto desánimo, porque el matrimonio aparentaba una estabilidad casi exótica en el caprichoso mundo del rock.
Me ha sorprendido que Kim Gordon hable con la prensa sobre este asunto. Lo ha hecho en la revista Elle, y la verdad es que su transparencia liga bien con las palabras que usa la periodista para definir a Kim, esa combinación de «rebeldía y madurez». «Puedo entender que la gente sienta curiosidad. Yo misma siento curiosidad: ¿qué va a pasar ahora?», plantea la bajista y vocalista, que anda ya por los 59 años. «Parecía que teníamos una relación normal en mitad de un mundo loco. Y verdaderamente terminó de una manera normal, con una crisis de mediana edad y una mujer fascinada por una estrella». Kim se niega a citar el nombre de la tercera en cuestión, que llegó al entorno de Sonic Youth como novia de un antiguo miembro y emprendió un proyecto editorial con Thurston, pero sí relata la historia con toda naturalidad, con sus mensajes de texto delatores y su terapia de pareja. «Thurston llevaba una doble vida con ella. En realidad, él era como un alma en pena», resume. La prensa ya ha identificado a la misteriosa mujer como Eva Prinz, nuera de la princesa Cristina de Holanda, que colaboró con Thurston en su libro sobre la cultura del casete.
A falta de Sonic Youth, Thurston está ahora con Chelsea Light Moving y Kim, con Body/Head. Y en Bilbao tenemos esta misma noche a Lee Ranaldo, ya saben, el George Harrison de la banda neoyorquina, acompañado por Steve Shelley a la batería. Vamos a desintoxicarnos de tanto cotilleo con una de sus canciones.