Killing Joke nunca han sido un grupo normal: su sustrato filosófico y mágico, vinculado a ideas poco convencionales sobre el origen de la especie humana y el apocalipsis, les diferencia de otras bandas de apariencia oscura, más preocupadas por la apariencia que por el fondo. En realidad, lo suyo es bastante más que un sustrato, como pueden apreciar aquí y aquí, en este artículo fascinante que publicó el escritor Javier Calvo hace unos meses. El caso es que el vocalista y líder de la Broma Asesina, Jaz Coleman, persona de comportamiento muy poco previsible, llevaba un par de semanas en paradero desconocido. Su última señal de vida fue un comentario en Facebook donde despotricaba contra The Cult y The Mission, compañeros de Killing Joke en su próxima gira, e incluso cancelaba unilateralmente ese tour: «Sus canciones dan asco», se horrorizaba. Después, nada, como si se lo hubiese tragado la tierra, algo que dadas sus convicciones mistéricas no cabía descartar del todo.
Pero el Guardian anuncia hoy que por fin han encontrado a Jaz Coleman: está en el Sahara Occidental, llevando «una vida nómada», terminando de escribir un libro y componiendo la banda sonora para su próximo proyecto, The Nirvana Symphonic. Se ha sabido de él a través de… una cuenta nueva de Facebook, abierta el 3 de agosto, quizá desde algún oasis con wifi. Dice Coleman que él no publicó nada sobre The Cult y The Mission, que lo hizo alguien suplantando su identidad y que se dedicará a buscar al responsable. Me parece a mí que en esta peripecia el enigma y la autopromoción se codean con una confianza un poco sospechosa: la nota de su reaparición informa convenientemente de que su nueva producción, un pack de libro y álbum, se podrá pedir ya la semana que viene.
Hosannas desde los sótanos del infierno…