En una clasificación de cantantes veteranos, la argentina Nelly Omar tiene todas las probabilidades de arrasar. Nilda Elvira Vattuone, que ese es el nombre auténtico de esta hija de un capataz genovés, nació en 1911 e inició su carrera musical en 1924. Aclararé que yo tuve mi época tanguera, en la que solía comprar cedés de ocasión de colecciones dedicadas al género, y así conocí a esta mujer apodada la Gardel con polleras, pero la verdad es que no tenía idea de que continuase viva: en septiembre del año pasado cumplió cien años y lo celebró dando un concierto en el Luna Park bonaerense. Aquí tienen un fragmento de aquella actuación, con una voz que se conserva increíblemente bella y precisa.
«Ya estoy grande –decía la artista el año pasado en esta conversación con Página/12–. Todos a mi alrededor se van muriendo, y de todos me acuerdo». Ya no queda nadie más de aquella generación que triunfaba en los años 20 y 30, ni tiene más parientes que unas sobrinas a las que no le apetece mucho ver. Hace casi ochenta años que falleció Carlos Gardel, que solía visitar a su padre, y más de treinta que se marchó para siempre su buena amiga Evita, con quien compartía la pasión por la aviación. En Guaminí, su localidad natal, le están construyendo un museo que albergará una colección de objetos suyos y le servirá también de mausoleo, pero Nelly, la cantante del poncho, siempre se ha rebelado contra esa agridulce condición de reliquia: en 2007 editó un disco y un par de años antes participó en Café de los Maestros, una suerte de Buena Vista Social Club tanguero que no me canso de recomendar. Allí incluyó esta versión del vals Viejo jardín, una de esas letras que adquieren pleno sentido en una voz mayor.