Los ricos lo tienen todo más fácil, incluso el canibalismo. Vean, si no, el ejemplo de Issei Sagawa, el japonés que se comió a su novia holandesa
en París en 1981. Aunque sé que son ustedes unos morbosos, no les voy a detallar la degustación que se organizó este tipo, pero fue un menú largo y estrecho que pondría en grandes aprietos al cocinero Darío en su ‘Todos contra el chef’. El caso es que el padre de Sagawa tenía la pasta suficiente para conseguir que su retoño -conocido cariñosamente en su país con el equivalente nipón de ‘Sagawacito’- saliese libre cuatro años después. Ahí empezó su fulminante carrera mediática: el caníbal oficial japonés empezó a escribir libros, colaborar en periódicos, salir por la tele, protagonizar pelis porno, dar conferencias y hacer declaraciones de mucha risa sobre el tema carnal, como «las mujeres blancas saben muy buenas». También ligaba un montón y, si no recuerdo mal, hasta aparecía en ‘Lo peor de todo’, la primera novela de nuestro renacentista escritor y cineasta Ray Loriga.
Ya ven, un antropófago con menos posibles se habría podrido en el psiquiátrico, mordiéndose las uñas para consolarse. La cuestión es que ahora el caníbal está triste, porque papá y mamá murieron el año pasado y el chollo testimonial parece que ya no chuta. En un reportaje publicado el martes por el Mainichi Daily News, Sagawa se queja de que no encuentra empleo: «Nadie quiere cogerme. Me presenté para un puesto de profesor de lengua y tenía buena pinta, porque el jefe dijo que admiraba mi valor por no tratar de esconder lo que soy, pero todo el resto de la plantilla se negó a trabajar conmigo», se asombra este honrado gourmet. ¿No hay por ahí algún reality español que necesite emociones fuertes?