Hace cinco años, el primer álbum de Psychic Ills me gustó tanto como para crearle una categoría honorífica nueva. Después, el grupo neoyorquino ha seguido una trayectoria anómala, bastante subterránea y, al menos para mí, un poco insatisfactoria, sin conseguir de nuevo ese equilibrio entre ruido e hipnosis sonora que me sedujo en su momento. Su nuevo álbum, Hazed Dream, les muestra mucho más moderados, apaciguados, como si se hubiesen inflado a narcóticos, a alucinógenos y a discos de Spacemen 3. De hecho, la visionaria banda británica –o su descendiente directo, Spiritualized- bien habría podido firmar este Mind Daze, algo así como embotamiento mental.