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Para siempre Jorge

Foto: Borja Agudo

 

Hace mucho tiempo que no escribo por aquí obituarios, pero, caramba, acaba de morirse Jorge Martínez y ante eso no hay desgana que valga: la música de Ilegales nos ha acompañado a muchos toda la vida, con esa cualidad infrecuente de resultar igual de válida en la impresionable adolescencia y en la descreída madurez. Jorge era un guitarrista extraordinario, un letrista extraordinario, un compositor extraordinario y también un personaje extraordinario, un tipo atípico que no encajaba en ninguno de esos moldes a los que estamos acostumbrados los seres humanos. Sus mejores canciones no se agotan nunca y sus conciertos dejaban en ridículo a la mayor parte de sus colegas, con esa precisión, ese sonido de guitarras y, claro, ese repertorio apabullante en el que lo popular y lo culto convivían de manera natural y estimulante. Suena a chorrada, pero más de una vez he dicho que uno de mis momentos favoritos de la historia del rock es la transición entre El norte está lleno de frío y Enamorados de Varsovia, cuando la rabia callejera de la primera da paso a la melancolía arpegiada de la segunda, y las dos cosas son Ilegales, las dos cosas son Jorge.

Su obra combina lo brutal y lo poético, la provocación y la hondura lírica, la rabia de las revueltas y la influencia de Quevedo y de los clásicos latinos. Y su vida resulta igualmente singular: hablamos del bocazas que salía de bares con un stick de hockey por si había bronca, del descendiente de una nobleza venida a menos que se refugiaba a menudo en el destartalado palacete familiar, del rebotado de la carrera de Derecho que discutía en el programa Moros y cristianos, del hombre sediento de placeres que había sobrevivido a mil peleas y a un millón de excesos, del solitario que nunca había vivido en pareja y que se apasionaba por sus colecciones de guitarras y soldaditos de plomo, de ese extraño individuo que acechaba desnudo a la fauna salvaje. Y hablamos también de uno de los mejores entrevistados del mundo, siempre con una o con mil frases ingeniosas y subversivas en la recámara del cerebro, siempre activista de la inteligencia, que es lo que algunos llaman provocación. La penúltima vez que hablé con él, hace algunos años, terminamos charlando de la muerte.

–Siempre ha cantado mucho sobre ese tema, ¿piensa mucho en la muerte?
–Claro, la he visto por todos los lados. Tendemos a crear una burbuja que nos aísle de eso, pero no es higiénico, hay que estar preparado para casi todo.
–Le pega haber pensado ya en su epitafio.
–Pues no, porque una vez que te vas ya no importa. Pero estaría bien poner «Regresaré».

Sigo escuchando muy a menudo a Ilegales, sobre todo aquellos cuatro primeros álbumes que son monumentos del rock en castellano. Y mi canción favorita, que el muy perro se resistía a tocar en directo, siempre ha sido esta de abajo. Con ella me despido de uno de los músicos a los que más voy a echar de menos: nadie puede ocupar el hueco de nadie, pero el que deja él es especialmente único y distinto al de todos los demás.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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