A veces, como estos días, ocurre que la muerte real, tan descarnada e injusta, se cruza en el camino de nuestras celebraciones de una muerte folclórica y domesticada y las pone en su sitio: la muerte de verdad no es divertida ni se quita con desmaquillante. De alguna manera, nuestra canción de esta semana tiene algo que ver con las dos vertientes. Por un lado, resulta ideal para una noche como la de hoy, porque su consistencia casi espectral parece traspasar la famosa frontera entre dos mundos. Pero, en realidad, está concebida para confortar ante la otra muerte, la que desgarra y duele. Oh Lovely Appearance Of Death (sí, algo así como Oh, bella apariencia de la muerte) es un antiguo himno metodista que trata (fallidamente, diría yo) de presentar la muerte como una liberación de las penosas cargas de la vida. En su empeño, la letra alcanza extremos asombrosamente morbosos: «Con solemne deleite examino / un cadáver del que el espíritu ha escapado, / enamorado de la hermosa arcilla / y deseando yacer en su lugar». Casi nada.

El tema es el plato fuerte del álbum que ha editado hace semanas Róis, es decir, la cantante irlandesa Rose Connolly, que dedica el disco a la tradición precristiana del caoineadh, un lamento fúnebre junto al ataúd que la Iglesia católica desaprobó y consiguió erradicar. Repasando los créditos aparece, en labores de producción, el nombre de un miembro de Lankum, que se han convertido en la referencia ineludible de todo esto tan bonito que se está haciendo con el folclore irlandés, reinterpretándolo en una clave vanguardista y oscura que lo revitaliza de manera impresionante. El disco de Róis, cinco canciones con cuatro breves interludios, combina el llanto ancestral con electrónica, efectos de voz e instrumentos procedentes de otras tradiciones y obtiene un resultado entre el lamento espeluznante y el gancho pop, que habría podido encajar en el clásico preciosismo penumbroso de 4AD. Dice Róis/Rose que aspira a «expresar el poder de la voz para trascender la muerte y ayudarnos a superar el miedo que le tenemos». Es más Samhain que Halloween, claro, pero ni aun así sirve de nada ante la verdadera muerte.