Foto: Ebru Yildiz

Se acabaron las vacaciones, así que lo lógico sería buscar alguna canción oscura, de aire torturado y corazón turbulento. Y sí, claro, eso es justamente lo que traigo: como cantaba el joven Morrissey, llevo negro por fuera porque negro me siento por dentro, ji, ji… En realidad a lo mejor no es para tanto, porque dice su autora e intérprete, la estadounidense-canadiense Vera Sola, que The Ghostmaster’s Daughter es «una meditación sobre la transformación del amor a través de las generaciones y a lo largo de las vidas», pero la verdad es que repaso la letra, como una sucesión de inquietantes visiones, y se acomoda bastante a mi estado de ánimo.

La cantautora y multiinstrumentista Vera Sola se llama en realidad Danielle Aykroyd y, sí, es hija del actor Dan Aykroyd y de la actriz Dona Dixon, aunque camufla su ilustre estirpe con ese nombre artístico misterioso y chulo. A mí me gustó mucho una canción de su primer álbum, aquel Shades de 2018 (rayos, veo que mi favorita del disco, By Mothlight, es la que menos reproducciones tiene en Spotify), y también es muy curioso escuchar lo que hizo en su EP de versiones de los Misfits. Este mismo año ha sacado su segundo álbum, Peacemaker, en el que puede ratificarse ese rosario de referencias con el que la han catalogado, de Nancy Sinatra a Nick Cave pasando por Tom Waits y por la extrañeza de David Lynch. Pero, curiosamente, esta canción de la semana no sale en el disco: se quedó fuera, porque su recogimiento acústico no encajaba en el tono general, pero ha acabado siendo la más demandada en sus conciertos y Vera se ha decidido por fin a editarla suelta, como aperitivo de un EP en el que devolverá unos cuantos temas a una interpretación más austera. The Ghostmaster’s Daughter es una sombría belleza folkie en la que la artista se acompaña a la guitarra acústica (y cómo me gusta lo que hace ahí por los dos minutos y medio, esos sobresaltos mínimos pero expresivos) y se revela, por si le faltaran antecedentes señeros, como una hija espiritual de Leonard Cohen.