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Canción de la semana: ‘Jimi’

Como me voy de vacaciones (y perdonad que lo escriba unas cuantas veces más: me voy de vacaciones, me voy de vacaciones, me voy de vacaciones…), quería marcar el paréntesis de descanso estival con alguna canción clásica, o al menos clásica en mi casa, y aquí esta Jimi. Bueno, digo Jimi porque así la llaman, pero para mí esta canción nunca tuvo nombre: en Hairway To Steven, el demencial disco de demencial título que los demenciales Butthole Surfers publicaron en 1988, cada corte se identificaba por un dibujito… sí, demencial, infantiloide y tirando a obsceno. Y el primer tema de la primera cara, ese que ahora denominamos Jimi, venía representado por una pareja desnuda, él defecando y ella orinando, con el tipo arrojándole a la tipa algo que parecen heces. Ah, y ella sostiene un bate, lo que sugiere una especie de béisbol escatológico. O eso acierto a ver yo en el dibujo, qué diablos.

De los Butthole Surfers ya hemos hablado más de una vez por aquí, y recomiendo recuperar este post para empaparse de su filosofía y de ese anecdotario insuperable: cuando rociaron de combustible a los encargados de seguridad de un concierto, cuando se mudaron a Georgia para acosar a R.E.M., cuando frotaron el escroto en el maletín de una hija del expresidente de Estados Unidos, cuando añadían LSD al bol de cereales del desayuno… Pero, más allá de ser la banda más divertida en formato libro, los groseros y siempre reivindicables Surfers (que ahora están de actualidad por las reediciones de sus álbumes y por un documental en ciernes) eran un elemento imprevisible y desestabilizador en el rock alternativo de los 80: estaban más enraizados en la historia del rock que sus compañeros de generación (de hecho, lo suyo no deja de ser un rollo lisérgico hasta la majadería) pero a la vez experimentaban, exploraban e innovaban sin necesidad de coartadas intelectuales. Uno de sus lemas era que el rock debe resultar odioso, y en cierto modo solían conseguirlo, pero a la vez fascinaban con temas como este, doce minutos y medio que se dividen en dos partes casi opuestas en su planteamiento. En cierto modo, el alucinógeno Jimi resume muchas de las cosas que me gustan del rock y sirve como antídoto ante muchas de las cosas que detesto. Que paséis un bonito verano.

Ah, la foto de arriba es una de las imágenes del disco, todas ellas compuestas por fragmentos de las caras de los miembros del grupo, o eso he creído siempre. Supongo que en el reproductor de Bandcamp de abajo se verá la inolvidable portada del álbum.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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