Hoy es uno de esos días en los que, para hablar de música, tenemos que empezar con una mínima lección de geografía e historia. A lo mejor todos ustedes tienen controladísima la existencia de Somalilandia, pero no era mi caso: este territorio al norte de Somalia proclamó su independencia en 1991, aunque no goza de reconocimiento internacional. Pues bien, de allí procede Sahra Halgan, que, según entiendo, es conocida con ese nombre –Halgan viene a significar luchadora– por su participación como enfermera en la guerra que sacudió la zona en los 80. Pasó directamente de estudiar y hacer sus pinitos adolescentes como prometedora cantante a cuidar de heridos y amputados. Después se afincó en Francia, donde pasó décadas y se ganó la vida trabajando en una cafetería a la vez que desarrollaba su carrera en la música, pero en los últimos años ha regresado a Hargeisa, la capital de Somalilandia, y ha fundado allí una especie de refugio artístico.

Dicen que la música de esta región se caracteriza a menudo por su severidad instrumental, reducida a menudo a simples palmas, pero lo que hace Sahra con su banda, formada por tres músicos franceses, tiene mucho cuerpo: si todos estamos ya más o menos acostumbrados a la hipnosis del rock tuareg, esto viene a ser una versión garajera de esa idea. Sharaf es la canción que abre su tercer álbum y está planteada como «un himno al orgullo y la dignidad del ser humano». Y, por supuesto, también como un grito para que más gente aprenda, aprendamos, algo de Somalilandia.