Este año he estado a punto de hacer una excepción y transformar mi tradicional minilista de cinco álbumes en una señora lista de quince, porque cualquier decisión para recortarla me parecía injusta. Después he pensado, claro, que a quién le importa lo que yo haga, etcétera, y que una lista de quince me iba a obligar a escribir el triple, y que prefiero la idea de una selección pequeñita y coqueta que casi no llega a ser lista. Así que aquí están los cinco álbumes que más me han gustado este año. Los otros diez que se han quedado a las puertas de ese selecto grupito son los de Corinne Bailey Rae, Triángulo de Amor Bizarro, Bestia Bebé, Jaimie Branch, Los Retumbes, Surfin’ Bichos, Lankum, Sextile, John Southworth y The Third Mind. En realidad, cualquier selección de cinco a partir de estos y los que finalmente aparecen habría resultado igualmente válida.
También me han gustado mucho los discos de Trees Speak, Glittering Insects, Snõõper, Kronos Quartet & Ghost Train Orchestra, Tronco, Fiera, Futuro Terror, Víctimas Club & Sonic Trash, Cromo, Dion Lunadon, RVG, Muireann Bradley, EXEK, John Cale, Shana Cleveland, Acid Arab, Life Plants, San Kazakgascar, Türbot, Lael Neale, Yalla Miku, Stella Kola, R. Ring, Jazz Mags, Olimpia Splendid, Abigail Lapell, Sanam, Equipment Pointed Ankh, Deena Abdelwahed, Lalalar, Big Blood, African Head Charge; Mandy, Indiana (que con la coma en su nombre son tan feos de enumerar); Gold Dime, Life Expectancy, Onyon, Creation Rebel, GracieHorse, Gregg Turner, V/Z, Skull Practitioners, Pozi… El EP Love Is Still Alive de Laibach me entusiasmó tanto que he estado a punto de meterlo en la minilista general, aunque sean algo así como ocho versiones de la misma canción, pero ahí también seré organizado y lo mantendré aparte, junto a los de Comando Suzie, Arana, Glaas, MMMD, Nothingheads y Moussa Tchingou.
Amoallá…
Miss España – Niebla mental
Un servidor es miembro de la Sociedad de Aficionados que Añoran a Juanita y los Feos, y de hecho cada vez me doy más cuenta de lo grande que era su combinación de potencia garajera, melodías infalibles, actitud surrealista y humor oscurísimo. Miss España es un trío de teclados-bajo-batería en el que milita la cantante Violeta/Juanita, con su voz punzante y con ese singular enfoque que podríamos llamar gótico-festivo, capaz de soltar los versos más macabros en mitad de una canción totalmente pegadiza y de apariencia animosa. Es el disco de este año que me ha producido mayor efecto de enganche inmediato: durante un par de días quedé atrapado en su bucle maléfico (reforzado por el hecho de que los diez temas vuelan en veintiún minutos) y no pude escuchar otra cosa.
ØXN – CYRM
Es curioso que dos bandas hermanas que comparten un par de miembros hayan firmado dos de los mejores discos de este año. Me refiero, claro, a los grupos irlandeses Lankum y ØXN, que además aplican estrategias similares: lo suyo es un folk que se sacude las ataduras de la costumbre, se asoma a abismos y se enturbia con sonidos muy ajenos a su tradición, pero en ningún momento llega a perder el contacto con la fuente original. A mí me encanta esa manera que tienen ambos proyectos de acompañar canciones de antaño, seleccionadas de entre lo más escalofriante del bagaje musical de su isla, con texturas incómodas, granulosas, como si la música brotase del drone del tiempo. Puesto a elegir, tengo la impresión de que el «experimental doom folk» de ØXN va un poco más allá y, además, me ganaron definitivamente con su bella y brutal versión de Scott Walker.
Melenas – Ahora
Creo que esta es la cuarta vez que escribo sobre el disco de Melenas, porque me he dedicado a recomendarlo en todas esas listas colectivas que suele publicar el periódico por estas fechas. Así que me repito o, mejor dicho, me copio a mí mismo (que, ejem, en realidad es lo que estoy haciendo en todas estas reseñitas). El tercer álbum del cuarteto navarro me dejó boquiabierto y un poco arrepentido por no haberles prestado más atención antes, aunque también es verdad que ellas han evolucionado: este disco está muy marcado por los teclados retro, con un ambiente de pop psicodélico y juguetón que aporta encanto extra a unas canciones intemporales, pegadizas, bonitas, pero a la vez les da un aire exploratorio de filiación vanguardista.
Los Ataúdes – Tercer clavo
A lo mejor es porque me ocupo de una sección de hemeroteca en el periódico y escribo a menudo sobre crímenes de finales del siglo XIX y principios del XX, pero el tercer disco del grupo andaluz (al que veo que llaman por ahí EP pese a sus ocho canciones y veintiséis minutos) me parece una alucinante supuración de nuestro pasado más macabro: lo suyo es una tétrica combinación de blues y post-punk, rigurosa y obsesiva, con letras que beben de la tradición negra y tremendista de la crónica española de sucesos. Son historias de enterradores y verdugos, de navajazos y ahorcamientos, de brutalidad y sinrazón, tan alegres como tirarse a un pozo. Uno se imagina a Los Ataúdes cantando sus romances de ciego en el patio de alguna venta siniestra de la Sierra de Cazorla, pero lo que me gustaría de verdad es escucharlos en alguna salita bilbaína antes de que cierren el ataúd con un cuarto clavo.
Genghis Cohn – Iron Day
Aunque le dedico su tiempo a esta tarea de elegir mis cinco discos del año, reconozco que a veces funciono por pura y simple fascinación: el disco de Genghis Cohn, un tipo huidizo que en realidad se llama Gil Shani, me capturó desde el primer momento con ese austero planteamiento de voz gravísima, guitarra acústica y ocasionales arreglos de violín y percusión. Es una música imperfecta e imponente a la vez, surrealista y seria, clásica y radicalmente outsider, que a mí me hace pensar en Ian Dury cantando a Leonard Cohen con acompañamiento de Nick Drake, pero salvando todas las distancias, porque las canciones de Genghis tienen un ramalazo esquinadamente bufo o, por lo menos, estrambótico que obliga a matizar esos referentes tan egregios.