Toda música tiene algo de repetición. Bueno, casi toda, no generalicemos. Pero hay músicas que basan su atractivo precisamente en eso, en perpetuar un cruce de motivos melódicos y ritmos hasta conducir al oyente a la hipnosis, al trance o al atontamiento, como queramos llamarlo. Olimpia Splendid se dedican precisamente a eso: se quedan atrapadas durante unos cuantos minutos en un bucle de «guitarras desafinadas» (así lo dicen ellas mismas), bajos con cuerpo y cajas de ritmos tirando a cacharreras, al que a veces añaden unos cantos que a mí me suenan paganos y rituales, pero igual es solo porque Olimpia Splendid proceden de Helsinki: si viniesen de Ribafrecha o de Socuéllamos, a lo mejor no les veía el ramalazo brujeril.
Heta, Jonna y Katri llevan ya trece años con este proyecto de difícil catalogación, que no es comercial en absoluto pero tampoco me parece nada difícil de disfrutar: todo es cosa de dejarse llevar hacia donde ellas quieran, o quizá hacia donde la música quiera. A ellas, esa ausencia de etiquetas fáciles les parece natural: «Finlandia es muy pequeño. Casi todo el mundo interesado en la música experimental se conoce y la grieta entre escenas no es muy ancha: la gente del free jazz sale con la gente del punk, los tíos que hacen electrónica montan bandas con los del stoner rock y las influencias van para aquí y para allá», le explicaba Heta hace algunos años a la revista británica The Wire. Acaban de publicar su segundo álbum, titulado 2, y he seleccionado el corte más plácido, este Jacksonin paita que se traduce como la camiseta de Jackson.