No sé hasta qué punto la música de Steady Holiday es lo mío, así en general, porque este tipo de cantautores pop suelen agotarme muy rápido: ya saben que uno tiene cierta propensión natural hacia la brutalidad y la anomalía. Pero, sin ser en absoluto brutal ni anómala, esta canción que traigo por aquí me cautivó desde la primera escucha y me pone de un excelente humor cada vez que vuelve a sonar. Buena parte de la culpa la tienen los teclados, que parecen abrir un paréntesis ingrávido, como si la canción y la cantante empezasen a flotar entre estrofa y estrofa, pero en realidad me gusta el conjunto entero, me pone de buen humor y, si voy con cascos, me obliga a caminar a su ritmillo. Y está, además, ese primer verso tan bonito: «Hace una vida entera, el tiempo no importaba».
Tiene pinta de que todo el mundo conocía ya a Steady Holiday y yo no, porque veo que lleva ya tres álbumes con este nombre. Que es bien curioso, por cierto: bajo ese apelativo (algo así como Vacación Permanente) está la cantante, violinista, guitarrista y actriz californiana Dre Babinski, una chica pinturera, elegante, con mucho sentido del humor y fan de Harry Nilsson y la música clásica, así que ha llegado la hora de corregirse, porque algo anómala ya es (en su merchan hay imanes poéticos y utensilios de bambú y, caramba, organiza un club de envío de postales). Y en este adelanto de su cuarto álbum busca el equilibrio, algo así como el centro de gravedad permanente que decía otro cantautor pop que, ahora que lo pienso, sí que era lo mío.